Conferencia de apertura de Manuel Calvo Hernando
en el II Congreso Iberoamericano de Comunicación Universitaria y I
Reunión Iberoamericana de Radios Universitarias. Granada, 14 de marzo
de 2005.
Toda
persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de
la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso
científico y en los beneficios que de él resulten
(Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo 27)
Voy
a empezar con una especie de silogismo. Si la ciencia y la tecnología
tienen una influencia creciente y decisiva en nuestra vida cotidiana, y
si los medios de comunicación deben reflejar e informar sobre esta vida
cotidiana, parece que la conclusión es clara: el Periodismo Científico
está llamadoa ser una de las estrellas informativas del milenio en el
que acabamos de entrar, una de las especialidades informativas de
nuestro tiempo más cargadas de contenido y... de emoción, porque
comunican a todos los descubrimientos que están cambiando las vidas y
la estructura social de una parte de la humanidad.
Gracias
a los avances del conocimiento, muchos millones de personas viven en
unos niveles de salud y bienestar que hace sólo un siglo o menos aún,
solamente podían ser alcanzados por los poderosos de la Tierra. Pero ni
los conocimientos, ni la cultura, ni el bienestar, ni la riqueza, ni la
información, están distribuidos equitativamente. La mitad de la
población mundial vive todavía sometida a las antiguas y penosas
servidumbres de la inseguridad, la pobreza y la ignorancia.
Hacer
partícipe a la mayoría de los descubrimientos de la minoría, en un
ejercicio plenamente democrático, nos impone a los divulgadores, seamos
periodistas o no, una serie de obligaciones, la primera de las cuales
es tratar de crear una conciencia pública sobre el valor de la ciencia
en nuestro tiempo. El Periodismo Científico es un instrumento para la
democracia, porque facilita a todos el conocimiento para poder opinar
sobre los avances de la ciencia, y compartir con los políticos y los
científicos la capacidad de tomar decisiones en las graves cuestiones
que el desarrollo científico y tecnológico nos plantea: el uso racional
de los recursos naturales, el aprovechamiento no comercial de los
resultados de la investigación privada, los problemas éticos y
jurídicos que plantean el conocimiento del genoma humano, Internet y
tantas otras conquistas científicas y tecnológicas de nuestro tiempo.
En resumen, se trata de poner lo más noble del espíritu humano, el
conocimiento, al servicio del individuo y de la sociedad, para evitar
que se repita la historia y que el progreso beneficie exclusivamente a
las minorías. El Periodismo Científico tiene laobligación social de
hacer lo posible y lo imposible, por que la ciencia y la tecnología no
sirvan sólo para el enriquecimiento cultural y el beneficio práctico de
algunas naciones o ciertas sociedades privilegiadas.
Por
el momento, ni los políticos, ni la generalidad de los docentes, ni de
los propietarios de los medios informativos, tienen la sensibilidad de
ver la divulgación de la ciencia y la tecnología como un reto de
nuestro tiempo. No sé qué porcentaje de las universidades ofrecen la
enseñanza del Periodismo Científico, y ello me hace temer si nuestras
facultades de Ciencias de la Información estarán preparando periodistas
no para el siglo XXI, sino para el siglo XIX.
Hay
ejemplos de interés social por la divulgación en nuestra propia
comunidad de naciones y concretamente en México, donde este tema está
presente en todas las universidades del país, en el Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología, y hasta en los gobiernos de los Estados que
constituyen la Unión Mexicana. Ellos hablan, con más propiedad que los
países industrializados, de divulgación (la Universidad Nacional
Autónoma de México tiene un servicio que no he visto en ningún otro
país: una Dirección General de Divulgación de la Ciencia), pero la
verdad es que la expresión “Periodismo Científico” está acuñada en las
sociedades más desarrolladas y en los organismos internacionales, y
sería muy difícil cambiarla.
LA ERA CIENTÍFICA
Estamos
en la Era de la Ciencia y, por tanto, el reflejo de la actualidad
científica y tecnológica en los medios informativos es, o debería ser,
la Gran Noticia, la explicación diaria del Universo, el instrumento de
participación de la gente en esta singular aventura de la especie
humana que es el conocimiento científico y sus aplicaciones técnicas.
Hay que tener presentes los nuevos y espectaculares progresos sobre
cosmología, nanotecnología y miniaturización en general,y los avances
prodigiosos en el transporte, la telecomunicación, la medicina y los
nuevos materiales, que convierten a este tipo de informaciones en una
sugestiva –y a veces divertida o escalofriante- caja de sorpresas.
En
lo que se refiere al periodismo científico, los problemas y las
necesidades en América Latina y en España son graves, y nos parece que
el PC no contribuye hoy a satisfacer las necesidades básicas de
nuestros países, en orden a la educación permanente y a la
participación de los pueblos en el quehacer científico y en la toma de
decisiones. Por una parte, las poblaciones no satisfacen su derecho a
ser informadas sobre aspectos tan decisivos para su vida cotidiana y
para su futuro y el de sus descendientes. Por otra, faltan debates
públicos sobre estos temas y una actitud crítica de los ciudadanos ante
las prioridades en la inversión pública en ciencia y tecnología.
APORTACIONES IBEROAMERICANAS AL PERIODISMO CIENTÍFICO
En
Iberoamérica se empezó en los años 60 y las ocasiones perdidas se
pueden señalar con las iniciales de sus instituciones: OEA, CIESPAL,
CIMPEC, SECAB. Empezó la OEA (Organización de los Estados Americanos)
con un seminario en Santiago de Chile y después con el primer curso
internacional de periodismo científico (Quito, 1965) en esa parte del
continente, a cargo de CIESPAL (Centro Internacional de Estudios
Superiores de Periodismo para América Latina) y OEA. En 1969 un grupo
de expertos de Europa y América, convocados por el ministerio
colombiano de Educación, creamos CIMPEC (Centro Interamericano para la
Producción de Material Educativo y Científico para la Prensa). La tarea
realizada por esta institución merece el reconocimiento no sólo de los
divulgadores científicos de habla española y portuguesa, sino de todos
los ciudadanos. Quienes lo dejaron morir, tanto en la OEA como en
Colombia, demostraron una grave ausencia de sensibilidad sobre una de
las misiones más importantes de nuestro tiempo: hacer que los
resultados de la investigación científica sean compartidos por el
pueblo. Josué Muñoz Quevedo, fundador -y director de CIMPEC hasta su
muerte- describió en varias ocasiones (congresos y reuniones de
periodismo científico y publicaciones como la revista brasileña Comunicaçao & Sociedade) la experiencia de CIMPEC en la divulgación científica en Iberoamérica (Nº 7, 1982).
Nos
queda mucho por decir, pero desearía formular una invitación. Para
científicos, docentes y comunicadores de América Latina,
profesionalizar la divulgación científica constituye una innegable
urgencia. La primera demanda es apuntalar la formación de
comunicadores, procedentes de cualquier disciplina, que asuman esta
"delegación social de tareas" y, consecuentemente, el
compromiso/contrato social en ella implicada. En ciertos países del
subcontinente, como la Argentina, nos enfrentamos -afirma la profesora
Amalia B. Dellamea- con una tarea adicional: crear interés en los
comunicadores en un área de conocimientos central para la vida
comunitaria de este fin de siglo, y más aún del siglo entrante. (Chasqui, Nº 55, Quito, septiembre 1996).
En
América Latina, la eclosión del PC en el siglo XX no ha constituido
ningún corte radical con lo anterior, ya que los primeros periódicos,
en el siglo XVIII, difundían nociones e informaciones científicas. Pero
el PC no contribuye hoy a satisfacer las necesidades básicas de los
países, en orden a la educación permanente y a la participación de los
pueblos en el quehacer científico y en la toma de decisiones. Las
poblaciones no satisfacen su derecho a ser informadas sobre aspectos
tan decisivos para su vida cotidiana y para su futuro y el de sus
descendientes. Y faltan un debate público sobre estos temas y una
actitud crítica de los ciudadanos ante las prioridades en la inversión
pública en ciencia y tecnología.
Hace
algo más de un cuarto de siglo, el panorama de la divulgación
científica en América Latina era desalentador. Según un estudio de
CIESPAL, de los 78 principales diarios investigados, solamente cinco
publicaban con regularidad artículos de divulgación científica y trece
de ellos no insertaban ningún tipo de material educativo ni
científico. En 1985, Josué Muñoz Quevedo (fundador de CIMPEC) señalaba
que no existía en Iberoamérica "un diario, una estación de radio o un
canal de televisión que no incluyera, al menos una vez por semana,
alguna información científica o tecnológica.
En
los mismos años 60 en que las escuelas de periodismo de los Estados
Unidos empezaban a dar cursos de periodismo científico, se manifestó
en Iberoamérica una cierta sensibilidad por estas cuestiones. En 1962
se celebró un primer seminario en Santiago de Chile y en 1965, tres
personas ‑un norteamericano, un chileno y yo‑ dimos el primer curso de
esta especialidad en países de habla española. Estuvo patrocinado por
CIESPAL, que después organizó otros cursos, y actualmente mantiene el
interés por el tema a través de la revista Chasqui.
El Convenio Andrés Bello y la Fundación Konrad Adenauer han publicado dos libros sobre estos temas: Periodismo Científico en los países del Convenio Andrés Bello (Bogotá, diciembre 1986) y El periodista científico toca la puerta del siglo XXI
(Bogotá, 1988). Con ello, han prestado un servicio importantísimo al
periodismo científico, de tanta trascendencia para Iberoamérica. Se
completa así la escasa bibliografía en castellano sobre este tema, que
algunos de nosotros iniciamos hace muchos años y que cuenta con la
publicación del Manual de Periodismo Educativo y Científico (CIMPEC‑OEA, Bogotá, 1974), reeditado por CIESPAL.
Es
una pena que una buena parte de esta obra no se haya completado y que
se haya olvidado la frase de Martí: "Los países de América del Sur, que
carecen de instrumentos de labor y de métodos productores rápidos,
experimentados y científicos, necesitan saber qué son y cuánto cuestan,
y cuánto trabajo ahorran, y dónde se venden los utensilios que en esta
tierra pujante y febril han violentado la fuerza de la tierra y llevado
a punto de perfección el laboreo y transformación de sus
productos...".Hace algo más de cien años de la frase de Martí y estos
propósitos no se han cumplido aún en nuestros países.
En
su ponencia al I Congreso Nacional de Periodismo Científico (Madrid,
1990), el Dr. Julio Abramczyk recordaba el panorama desalentador del
periodismo científico en Iberoamérica hacía veinte años y lo comparaba
con la situación posterior, que, sin ser óptima, supuso importantes
avances sobre el estado anterior de la divulgación de la ciencia en
nuestros países.
En
este sentido, las aportaciones teóricas de Iberoamérica son, no
abundantes pero sí valiosas. Puedo citar -y no quisiera olvidarme de
nadie- los trabajos de los argentinos Jacobo Brailovsky, Enrique
Bellocopitow, Martín F. Yriart y Diana Cazaux; los brasileños José
Reis, Julio Abramczyk, José Marques de Melo, Wilson da Costa Bueno,
Glória Kreinz y otros; los colombianos Josué Muñoz Quevedo, Antonio
Cacua Prada y Lisbeth Fog; los mexicanos Luis Estrada, Roger Bartra,
Aaron Albourek, Carlos López Beltrán, Ana M!ª Sánchez Monje, Fernando
del Río y algunos otros congregados en torno de la revista Naturaleza,
desgraciadamente desaparecida, junto con el fundador de la Asociación
Mexicana, ingeniero Javier Vega Cisneros, el nicaragüense Eduardo
Matus; los chilenos Eduardo Latorre, Sergio Prenafeta, Daniel Corrales
y Manuel Ortiz-Veas; los peruanos Tomás Unger y Juan Vicente Requejo;
los uruguayos Aquiles Silveira y José Luis Vera, y los venezolanos
Arístides Bastidas, de memoria permanente, Marcel Roche, Luis Moreno
Gómez, Argelia Ferrer y otros.
LA DIVULGACIÓN DELA CIENCIA, DESDE MÉXICO
México
es el país de lengua española que más en serio se ha tomado la
divulgación de la ciencia. Quisiera desarrollar esta afirmación a
través del análisis de varios puntos. En primer lugar, el principio fue
Prenci, un boletínmensual del Centro Universitario de la Ciencia de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Prenci
fue sitio de reunión, punto de convergencia de varias generaciones de
escritores y divulgadores de la ciencia universitarios, quienes usaron
sus páginas para probar fortuna y afilar las armas. Quien revise la
colección de cerca de 150 números, publicados encasi 13 años, notará
que, a pesar de los cambios de formato, de diseño y de contenidos, Prenci logró forjarse una especie de estilo y de presencia singular, y pudo mantener en sus contenidos y su trabajo gráfico.
Para el biólogo y escritor Carlos López Beltrán, Prenci
marcó una etapa y definió una manera de hacer las cosas en el área de
la divulgación científica universitaria, a partir de lo cual han
crecido y se han desarrolladoramas y vertientes diversas. Para algunos
de nuestros actuales divulgadores, dejó huellas no difíciles de
descubrir. El amor a la precisión en la expresión. El cuidado en la
elección de los temas. El acento en la sustancia breve y eficaz. El
humor seco, civil o bárbaro, pero siempre mordaz e iconoclasta. El
gusto por el equilibrio tipográfico y las ilustraciones justas. La idea
de que en el breve espacio de un cuadernillo se condensara la materia
de los conceptos científicos y sus múltiples posibilidades de
presentación, y divertimento, de una manera amable y sorpresiva.
La presencia tutelar se encarna en Luis Estrada, creador de dos empresas históricas. La revista Naturaleza y el Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia. Como hermano menor de Naturaleza (de la que habría también que hacer una antología), Prenci heredó sus hallazgos y su savoir faire. En aquellos años, escribir de ciencia en español era algo en lo que los redactores de Naturaleza
llevaban la delantera mundial. Alejandro Quevedo fue la persona que,
combinando los talentos más variados, hizo de esas cuatro paginitas un
gozo para escritores, lectores y editores. Otra mención especial
merecen los cuentos breves de Ana María Sánchez (recogidos en su libro Relatos de ciencia). La traducción fue otro oficio que se ejerció con cuidado y juicio crítico en Prenci.
INTERÉS EN ARGENTINA A MEDIADOS DELSIGLO XX
En
el epistolario del notable físico argentino Enrique Gaviola
(1900-1989), apareció una carta que le dirigió José Babini, ilustre
científico de Argentina y autor de estudios sobre historia de la
ciencia, En la carta, fechada el 20 de septiembre de 1951, Babini le
invitaba a participar en la reunión constitutiva de un Grupo Argentino
de Escritores Científicos, en la sede de la Asociación Argentina para
el Progreso de las Ciencias, que entonces presidía el Premio Nobel
Bernardo Houssay. Los fines del Grupo eran los siguientes:
- Propender
a la máxima difusión, en forma objetiva, de la ciencia en general, y de
todas sus ramas puras y aplicadas, así como de los aspectos humanos y
sociales de la ciencia.
- Velar
por la mayor seriedad (en el texto aparece subrayado) y exactitud de
las noticias científicas que se proporcionen al público a través de los
grandes medios de información: libro, periódico, cine, radio y
televisión.
- Lograr que en esos medios de información la ciencia ocupe un amplio espacio.
- Adoptar
todas las medidas tendentes a facilitar la tarea y elevar el nivel del
personal responsable que tenga a su cargo la difusión de noticias
científicas: periodistas y corresponsales científicos, asesores y
traductores científicos, etc.
Brasil
ha manifestado siempre una acusada sensibilidad por la divulgación.
Desde 1970, profesores y periodistas han convocado y celebrado
congresos y cursos de periodismo científico. Sao Paulo fue sede, en
1982, del IV Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico, gracias
al esfuerzo y al entusiasmo del Dr. Julio Abramczyk, uno de los grandes
promotores de la divulgación de la ciencia en el continente. En 1989 se
celebró un curso internacional de periodismo científico en la
Universidad de Sao Paulo, dirigido por Abramzcyk, bajo el patrocinio
del entonces decano de Ciencias de la Comunicación, José Marques de
Melo, otra de las personas a quienes más deben la investigación y la
docencia del periodismo científico, dentro y fuera de Brasil.
LA FORMACIÓN, EL MAYOR PROBLEMA DEL P.C. EN BOLIVIA
El
periodista científico boliviano Edwin Pérez Uberhuaga, estima que en su
patria existen experiencias interesantes, aunque aisladas en la mayor
parte de los casos: Uno de los problemas del periodismo científico en
Bolivia consiste en la formación de los profesionales, pero este
proceso será largo porque, según algunas autoridades universitarias,
todavía no se dan las condiciones, ni en el país ni en el sistema
universitario, para impartir la especialización en P.C.
En
un tiempo en que es necesaria la especialización en todos los campos y
especialmente en las Ciencias de la Comunicación, el trabajo
delperiodista boliviano establece propuestas para el fortalecimiento
del Periodismo Científico, su presencia en la Universidad y la
intensificación de una estrategia de comunicación para conseguir una
mayor aceptación en los medios. La ciencia y la tecnología son
elementos claves para el desarrollo y el país que no los fomente y
aplique -se concluye en el estudio- no tendrá posibilidades de
competir en términos económicos y políticos.
PROBLEMAS Y TAREAS EN AMÉRICA
Los
principales problemas del periodismo científico en los países de
América son la falta de ambiente popular hacia la investigación
científica, como consecuencia de una educación humanística en los
últimos siglos y de una ausencia de sensibilidad en las clases
dirigentes; falta de interés de la mayoría de los medios de
comunicación; dificultad de acceso a las fuentes; escasez de
periodistas científicos; poca sensibilidad de los propietarios de las
empresas periodísticas; en ciertos casos, falta de cooperación por
parte de la comunidad científica o de sus organismos representativos;
actuación incompleta sobre la población, ya que en la mayor parte de
los países de América Latina una buena parte de los grupos sociales
padecen todavía graves problemas de comunicación e información,
especialmente en lo que se refiere a la prensa escrita.
El
profesor brasileño Wilson da Costa Bueno presentó en Sao Paulo al IV
Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico una interesante
propuesta: Recoger en un libro una antología de los trabajos
periodísticos de José Reis. Yo propondría algo más: una edición
antológica en uno o en varios libros, según la magnitud del proyecto y
sus posibilidades de financiación, de los grandes divulgadores
científicos de Iberoamérica: el propio Reis, el venezolano Arístides
Bastidas, el chileno Arturo Aldunate Phillips, el colombiano Josué
Muñoz-Quevedo, el mexicano Luis Estrada, el peruano Oscar Miró Quesada,
y algunos otros.
Es
necesario también plantear los problemas pendientes sobre formación del
periodista científico, acceso a las fuentes, actualización de
vocabularios especializados, y por último, pero no por ello lo menos
importante, sensibilizar a los medios para que cada uno de ellos
cuente, por lo menos, con un periodista capaz de seguir la actualidad
científica y tecnológica. A todo esto habría que añadir algunas otras,
desde la dimensión americana. Una de ellas, expuesta por Arístides
Bastidas, es la urgencia de aportaciones del periodismo científico a
"la lucha de nuestros pueblos por la autodeterminación tecnológica y,
en consecuencia, por una economía emancipada del yugo de las grandes
metrópolis". “La dependencia tecnológica -añadía Bastidas- es en buena
parte la causa de nuestro subdesarrollo y de nuestras adversas
condiciones socio-económicas, que no sólo se reflejan en hambre y
pobreza, sino también en el atraso cultural y en las interferencias de
los poderosos en la soberanía de nuestras naciones”.
Para
cumplir estos objetivos, nuestras sociedades necesitan a los
intermediarios, los mediadores, los comunicadores especializados, los
animadores culturales y, por supuesto, los divulgadores y periodistas
científicos. Nuestros países tienen pendiente una tarea masiva de
educación popular en ciencia y tecnología, que en mi ponencia sobre "Un
plan nacional de divulgación de la ciencia" (I Congreso de Comunicación
Social de la Ciencia, Granada, 1999), me permití proponer. El
periodismo científico de Iberoamérica ha dado pasos considerables,
aunque todavía le quedan, como a todos nosotros, otros muchos que dar,
y quizá los más importantes.
En
las conclusiones del trabajo sobre la divulgación científica en la gran
prensa, referida principalmente a los diarios paulistas Folha de S. Paulo y Diario Popular,
se critica la simplificación exagerada en ciertos temas, que podría
comprometer la comprensión del público, con olvido de la historia de la
ciencia y del impacto social de los descubrimientos. Además, al
utilizar una sola fuente –sobre todo en las noticias de las agencias
internacionales- el periodista se convierte en objeto de manipulación
por parte del científico o de la institución interesada, puesto que no
suele disponer de espacio ni de fuentes que le permitan reflejar y
cuestionar las afirmaciones y buscar opiniones de otros especialistas.
El
Periodismo Científico suele adoptar una visión consumista de la
divulgación, presentando los productos de la tecnología como de la
propia ciencia. No siempre la investigación científica es capaz
(incluso no debe hacerlo, de ofrecer resultados tan prácticos y tan
rápidos. Pero es difícil llegar a conclusiones válidas en cuestiones
como ésta: y siempre habrá ejemplos para la argumentación del
científico de que la prensa es inconsecuente en su divulgación, y
científicos resistentes a popularizar su trabajo por considerarlo
demasiado complejo para su comprensión por la mayoría del público.
HISTORIA DEL PERIODISMO CIENTÍFICO EN IBEROAMÉRICA
El
pasado ha sido honroso, aunque, por la época, la divulgación, como el
resto de la cultura, era para minorías, El presente es escaso y dudoso.
El futuro es esperanzador, pero dependerá de nuestra actitud en el
presente. En varias ocasiones he tratado de analizar la evolución del
concepto de periodismo científico, que, a pesar de ser una
especialización informativa relativamente reciente, ha pasado por
varias fases, algunas de ellas antes de existir con nombre propio y
como disciplina independiente, entre la Ciencia y la Comunicación.
En 1992, conmocionado por la noticia de la muerte de Arístides, no por esperada menos dolorosa, publiqué en el diario El País,
de Madrid una necrología, y escribí también la crónica para una
agencia. En mi declaración institucional como presidente entonces de
la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico -que la Agencia
EFE difundió a todos sus periódicos abonados de España y América-
destaqué las virtudes y los méritos de Arístides y la huella que deja
en el periodismo científico de habla española.
Arístides Bastidas dirigía la página científica diaria de El Nacional,
de Caracas, y en ella ha publicado, durante más un cuarto de siglo, una
columna leída en todo el país. Fundé con él la Asociación
Iberoamericana de P. Científico. Era profesor honorario de varias
universidades y autor de una veintena de libros. El periodista
venezolano padecía una parálisis casi total. En sus últimos años estaba
ciego y apenas podía hablar, como consecuencia de una traqueotomía.
Pero nada de ello le impedía estar a las 8 de la mañana en el
periódico, donde dirigía una página diaria de información sobre
ciencia. Un grupo de becarios le leía y le escribía y al mismo tiempo
se beneficiaba de su magisterio.
La
historia que quiero contar ahora empieza en mayo de 1969, cuando por
iniciativa del entonces ministro de Educación de Colombia, Dr. Octavio
Arizmendi, el gobierno colombiano y la OEA convocan una Mesa Redonda de
Periodismo Científico y Educativo sobre el tema Creación de una conciencia pública del valor de la educación, la ciencia y la cultura en el progreso nacional.
De esta Mesa Redonda salió la propuesta de creación del CIMPEC, Centro
Interamericano para la Promoción de Material Educativo y Científico
para la Prensa, una institución que desarrolló una tarea ingente y cuya
desaparición, a la muerte de su primer director, el físico y
comunicador colombiano Josué Muñoz Quevedo, todavía se percibe en
muchos de los países, especialmente los más pequeños y los que disponen
de menos medios para realizar esta tarea.
Incluyo
la desaparición del CIMPEC entre las que he llamado "ocasiones perdidas
del periodismo científico" y que en lo que se refiere a Iberoamérica
han sido los intentos meritorios pero con poca continuidad, a cargo de
la OEA (Organización de Estados Americanos), CIESPAL (Centro
Internacional de Estudios Superiores de Periodismo), el propio CIMPEC,
la SECAB (Secretaría Ejecutiva del Convenio Andrés Bello) y Fundación
Konrad Adenauer, con la colaboración de algunas de las instituciones
citadas.
Después
de la reunión de Bogotá, asistimos en Medellín a un incipiente congreso
nacional de periodismo científico, que para mí tuvo una importancia
histórica, pues me permitió conocer a Arístides Bastidas. Cuando tuve
la suerte y la alegría de conocerle, ni él ni yo, ambos optimistas por
naturaleza, imaginábamos que, casi un cuarto de siglo después, el
periodismo científico habría de tener una presencia en América como la
que hoy vivimos, y ello aunque seamos conscientes del largo y difícil
camino que nos queda por recorrer.
Aquella
conversación entre Bastidas y yo en Medellín, fue para mí una
experiencia fascinante. Arístides no usaba todavía la silla de ruedas y
se apoyaba en muletas. Durante dos horas largas hablamos de la
divulgación de la ciencia, del papel de esta actividad en los medios
informativos y de otros temas conexos, y llegamos a la conclusión de
que teníamos que afrontar problemas análogos, en Venezuela y en España,
a uno y otro lado del mar y que debíamos hacerlo de modo inmediato.
Como
consecuencia, y sin saber muy bien en qué laberinto nos metíamos,
creamos la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico (AIPC),
que ha promovido actividades de todo orden en este campo y celebrado
hasta ahora siete congresos: I (Caracas, 1974); II (Madrid, 1977); III
(México, 1979); IV (Sao Paulo, 1982); V (Valencia, España, 1990); VI
(Santiago de Chile, 1996) y VII,2000, Buenos Aires. Los encuentros e
intercambios personales e institucionales a que han dado lugar estos
congresos, creo que nos han enriquecido a todos cuantos hemos
participado en ellos. La publicación de las actas supone una
contribución importante sobre un tema de escasa bibliografía, y no sólo
en idioma castellano.
UN RECUERDO A LOS PIONEROS
Mi libro, El Nuevo Periodismo de la Ciencia,
publicado por CIESPAL en 1999, está dedicado A LOS PIONEROS DEL
PERIODISMO CIENTITICO EN IBEROAMERICA, a los primeros científicos,
periodistas y escritores de América Latina, a quienes se deben los
trabajos iniciales, especialmente en la prensa y en el periodismo
impreso. Ante la imposibilidad de citar a todos, elijo a quienes han
sido -o son todavía, por fortuna- más representativos:
ARGENTINA: Jacobo Brailovsky y Miguel M. Mulhmann
BOLIVIA: Guillermo Gutiérrez y Carlos Romero.
BRASIL: José Reis (Premio Kalinga), José Márquez de Melo y Julio
Abramzcyck, entre otros.
CHILE: Arturo Aldunate Phillips, Eduardo Latorre, y Sergio Prenafeta.
COLOMBIA: Josué Muñoz Quevedo, Antonio Cacua Prada, Lisbeth Fog y Juan Mendoza
CUBA: Gilberto Caballero Almeida y otros.
ECUADOR: Misael Acosta Solís
MEXICO: Luis Estrada, Marcelino Cereijido, José Javier Vega Cisneros y
la Universidad Nacional Autónoma de México.
PERÚ: Oscar Miró Quesada, "Racso" y Tomás Unger.
REPUBLICA DOMINICANA: Felipe Collado.
VENEZUELA: Arístides Bastidas, Luis Moreno Gómez y Argelia Ferrer.
LOS NUEVOS COMUNICADORES
La
obligación de quienes hemos elegido esta sugestiva y arriesgada
especialización de divulgar la ciencia, es transformar el periodismo,
ese "privilegio extraordinario y terrible" de que habla Oriana Fallaci,
en instrumento positivo y creador al servicio de la educación popular y
del desarrollo integral del ser humano, en un sistema de ayudas para
que el hombre de nuestra era aprenda a responder al más gigantesco e
impresionante desafío de todos los tiempos, el desafío de la adaptación.
Las
sociedades del tercer milenio van a necesitar un nuevo tipo de
comunicador, que sea capaz de valorar, analizar, comprender y explicar
lo que está pasando y, dentro de lo posible, lo que puede pasar. Para
poder cumplir esta ingente y ambiciosa tarea, el periodista ha de pagar
un gozoso precio: no puede ni debe dejar de aprender jamás. En la nueva
sociedad en la que estamos entrando, basada en la información y en el
conocimiento, este aprendizaje vitalicio será una necesidad para todos,
pero para nosotros ya lo es. Martín Redfern, periodista científico de
la BBC de Londres, nos ha recordado la mejor razón de ser del
periodismo científico: "Los periodistas son lo único que tiene el
público para poder comprender un aspecto de las cosas". La
responsabilidad que implica este hecho es preocupante y casi podría
decirse que aterradora.
Del
mismo modo que se decía que “nadie estaba exceptuado de ignorar la
ley”, a mediados del siglo XX se recordaba que nadie debería ignorar la
ciencia. Porque, como argumenta Pradal, si la primera afirmación no
significa que todo hombre debería estar diplomado en derecho, tampoco
toda persona tendría que ser diplomada en ciencias, sobre todo ahora
que el conocimiento ha venido a ser el motor principal de nuestras
sociedades, que domina la política internacional y amenaza nuestra vida
ynuestros medios de existencia, y que, si es aplicada juiciosamente,
puede prometernos una vida mejor.
Sin
embargo, sigue abierta la brecha que separa al hombre de ciencia y al
gran público, y esta separación encierra riesgos para nuestra
civilización y para la propia ciencia. Ello hace necesario desmitificar
la ciencia humanizándola. Para cumplir este objetivo, la divulgación
debe sacar partido a la estética –hoy diríamos al sentido periodístico-
sin traicionar el rigor de la ciencia. Para Pradal, humanizar la
ciencia es mostrar que detrás de una investigación o de un
descubrimiento, hay no solamente ideas, sino seres humanos, que no
suelen ser héroes inaccesibles, sino que viven como todo el mundo, que
podemos encontrarlos en la calle, en un número de teléfono y hoy en un
correo electrónico.
SIETE PRINCIPIOS DEL PC
Como
el fin del periodismo científico es educar al público en general, deben
tenerse en cuenta los siete principios del espíritu de la ciencia o del
pensamiento racional.
- Ansiedad de comprender y conocer.
- Discutir y preguntar sobre todas las cosas.
- Buscar información y su significado.
- Pedir la verificación de cualquier postulado.
- Respetar la lógica.
- Considerar las premisas.
- Considerar las consecuencias.
LA ALFABETIZACIÓN CIENTÍFICA
En uno de los capítulos del estudio La popularización de la ciencia y la tecnología. Reflexiones básicas
(1997) se aborda con lucidez y profundidad el problema del
analfabetismo científico. Para Kenneth Prewitt, desde la perspectiva de
la práctica democrática, la noción de alfabetismo científico no
comienza con la ciencia misma, sino más bien en la interacción entre
ciencia y sociedad. Proteger la democracia exige la elaboración de las
cuestiones públicas, incluso las que tienen un contenido científico y
técnico, de forma que sean accesibles al no especialista, es decir, al
público.
Todo
esto implica la necesidad, cada día más urgente, de trabajar para que
el público pueda tener una comprensión sobre las ciencias. Las últimas
décadas del siglo XX y las primeras del siglo XXI plantean un conjunto
de desafíos. El gran público se enfrenta cada vez con mayor intensidad
con temas que están en el ámbito político y que han sido modelados por
procesos técnicos que solamente pueden entender los expertos. La
comprensión del público plantea problemas como confianza en la ciencia,
disposición para financiar investigación básica, yapreciación de las
condiciones en las que se practica la ciencia.
Para
Robert M. Hazen y James Trefil, el alfabetismo científico constituye el
conocimiento que necesitamos para comprender temas públicos y es una
mezcla de hechos, vocabulario, conceptos, historia y filosofía. Si
usted puede comprender las noticias de los titulares sobre la
ingeniería genética y del agujero en la capa de ozono, usted está
alfabetizado desde el punto de vista de las ciencias. Quienes insisten
en que todos deben comprender la ciencia con profundidad, están
confundiendo dos aspectos importantes pero independientesdel
conocimiento científico.
Para
Julián Betancourt, secretario ejecutivo de la Red Pop, de la UNESCO, la
difusión, o mejor la comunicación de la ciencia, es una forma
particular de mediación cultural, una empresa cultural. Modificar la
cultura científica de un país puede significar que grandes masas de la
sociedad tengan acceso a los logros y beneficios de la ciencia y la
tecnología, e involucra grandes esfuerzos a diferentes niveles. No se
trata sólo de una utilización instrumental de la ciencia y la
tecnología, sino de que la cultura base del país tenga elementos de la
ciencia integrados al acervo cultural de las gentes, a sus necesidades
de salud, vivienda, educación y bienestar. Por ahora,sigue existiendo
la brecha que separa al hombre de ciencia y al gran público, y esta
separación encierra riesgos para nuestra civilización y para la propia
ciencia.
Renunciar
a emprender esta desmitificación supondría confirmar la creencia
popular de que la ciencia está hecha por superhombres. Desmitificar no
supone, en el pensamiento de Pradal, renunciar a estudiar ninguna de
las disciplinas científicas, incluso aquellas que, al aplicarse, son
susceptibles de utilizarse con fines negativos. “Todas las disciplinas
científicas pueden engendrar tanto milagros como catástrofes”. Es la
sabiduría del ser humano y de la sociedad la que tiene la obligación de
evitar sus efectos perniciosos, tanto en la energía nuclear como en los
automóviles.
LA DIVULGACIÓN, PARA REIS
¿Qué
es la divulgación científica? se preguntaba el gran divulgador
brasileño José Reis, y glosaba frases del inglés Maurice Goldsmith, que
dirigió la revista Science and Public Policy, y que era
especialista en este tema. Yo tuve el honor de escucharle y de dialogar
con él con motivo de una visita a Madrid. La ciencia –dijo- ha perdido
su sentido en el mundo actual y urge llevar a cabo un debate en torno
de las implicaciones sociales, políticas y económicas del progreso
científico, con la presencia de científicos sociales, que no se han
ocupado demasiado de este problema.
Goldsmith
citaba un mensaje que Reis envió al I Congreso Iberoamericano de
Periodismo Científico (Caracas, 1974) y en el que reclamaba este tipo
de acciones. No podemos perder de vista -añadía José Reis- nuestras
deficiencias educativas, aunque en Brasil los profesores utilizaban
textos de periódicos para informar sobre los avances científicos. Este
aspecto configura –decía Reis- una fase interesante de la divulgación
científica, que a veces se continúa en forma de correspondencia
particular. Para Reis, la divulgación científica es una actividad útil
y necesaria
ESTRADA: REQUISITOS DE LA DIVULGACIÓN
Puede
decirse que hay tantas formas de presentar la ciencia al público
cuantos divulgadores hay. Por otra parte, la divulgación de la ciencia
es parte del extenso campo de la actividad humana y debemos aprovechar
otras experiencias. La divulgación debe presentar la ciencia de tal
manera que el público pueda juzgar por sí mismo y sería un error basar
nuestra actividad en la autoridad de un título, de un grado o de un
nombramiento.
Para Luis Estrada, los tres requisitos de una buena divulgación son:
- La seguridad de nuestro conocimiento. Al fin de cuentas, el único que podrá saberlo es el propio autor de la investigación.
- Este
punto está relacionado con una característica esencial de la ciencia
moderna. En ésta las cosas se toman como son. La ciencia no califica y
para ella los acontecimientos naturales no son buenos ni malos: simple
y sencillamente, son. Para un científico es absurdo querer que la
naturaleza se modifique para ajustarse a nuestras propuestas.
- Un
tercer tema está relacionado con el carácter experimental de la
ciencia. Sabemos que ésta es una característica esencial del
conocimiento, por que debemos reflejarlo en nuestra labor. Por lo
tanto, ésta debe realizarse experimentando y aceptando que todo
experimento tiene la posibilidad de fracasar. Los grandes logros se
deben a la experiencia obtenida con la explicación de los fracasos.
Por
último, Luis Estrada expresa su preocupación con una pregunta: ¿no será
necesario también hacer divulgación de la ciencia para los
divulgadores?
Cada
año se va teniendo a la divulgación de la ciencia en mejor concepto. En
el 2000 se celebró el Encuentro Nacional de Divulgación Científica,
convocado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que tuvo por
escenario la ciudad de Culiacán, capital del Estado de Sinaloa
(México). En la Declaración de Sinaloa se afirma que la divulgación
científica y tecnológica debe ser considerada un asunto de interés
nacional, e incluirse en el mismo nivel de importancia que la
divulgación, para efectos de financiamiento, búsqueda de recursos y
espacios. La investigación y la divulgación científica y tecnológica
son factores de diferenciación y de ventajas competitivas en los
mercados internacionales, y es necesario dar un lugar preponderante a
la divulgación de las ciencias en todos los niveles educativos.
PROBLEMAS BÁSICOS
La
profesora venezolana Argelia Ferrer afirma en su tesis de doctor que ha
querido hacer una aportación a la necesaria tarea de repensar las
sociedades iberoamericanas en función de sus múltiples y cambiantes
realidades, con la finalidad de proponer salidas que permitan
aprovechar al máximo los procesos de transformación de la ciencia y la
tecnología, la fase de integración mundial que marca la globalización,
los medios de comunicación y, en particular, el periodismo científico,
en función del desarrollo.
Los
análisis y reflexiones sobre estos temas han conducido a la profesora
venezolana a conclusiones entre las que cito las siguientes:
- La
relación estrecha y evidente entre ciencia y tecnología, lleva a la
autora a sostener que para promover el desarrollo latinoamericano es
necesario fomentar la ciencia y la tecnología regionales. El Periodismo
Científico tiene mucho que aportar a este proceso. Si se desea una
sociedad desarrollada es imprescindible impulsar la ciencia y la
tecnología, ya que sin ellas no hay progreso económico y social. La
profesora Argelia Ferrer propone un modelo de periodismo científico
para el desarrollo, que comprende la educación ciudadana, el estímulo
de las vocaciones científicas, apoyo empresarial local a las
tecnologías propias, todo ello con el objetivo de afrontar los
múltiples problemas planteados por la urgencia de promover la
proyección económica social y cultural de la ciencia y la tecnología.
- El
periodismo científico en América Latina debe considerar no sólo las
noticias de innovaciones, sino los aspectos relacionados con las
tecnologías y su control social, la actividad en el campo de las
ciencias sociales; los temas ambientales y de salud, etc. En América
Latina las escuelas y facultades de periodismo y de comunicación social
han profesionalizado la labor periodística, pero la formación
especializada de periodistas científicos tiene todavía poco recorrido.
Las universidades deben preparar a los comunicadores sociales en
Periodismo Científico, para atender las nuevas realidades de las
sociedades latinoamericanas.
LAS FUNCIONES DE LA DIVULGACIÓN CIENTÍFICA
Las
funciones de la divulgación científica son múltiples y de grandes
consecuencias: prolonga, corrige y completa la instrucción escolar, que
se halla inevitablemente retrasada en relación con la marcha del
progreso; despierta vocaciones de investigadores y, con ello, se pone
directamente al servicio de la ciencia creadora a la cual sirve también
iniciando a la gran mayoría en el conocimiento del poder y la eficacia
del conocimiento; atrae hacia éste el interés y el sostén de la
opinión; establecer un vínculo entre los especialistas de diversas
disciplinas, pues gracias a ella el físico no ignora los avances de la
biología, ni el biólogo los de la física; informa -o podría informar- a
los estadistas que cada día tienen más necesidad de no permanecer
ajenos a las adquisiciones de la ciencia.
Pero
en realidad, por importantes que sean estas funciones de la divulgación
de la ciencia, nada tienen que ver con su misión real y específica, que
consiste en hacer participar al mayor número de personas en la dignidad
soberana del conocimiento; en velar por que la multitud reciba un poco
de lo que constituye el honor del espíritu humano y no se mantenga al
margen de la grandiosa aventura de la especie; en acercar a los hombres
entre sí en la lucha por reducir esa distancia tremenda, aunque
invisible: la ignorancia; en combatir el hambre espiritual y la
consiguiente falta de desarrollo, proporcionando a cada uno la ración
mínima de calorías espirituales... (Rostand, 1960)
Lionel
de Roulet ha recordado que la Asociación francesa de escritores
científicos es necesaria en todos los niveles, de la escuela primaria
al Premio Nóbel. En este sentido, a la divulgación se le reconocen
cuatro funciones principales:
- La primera podría definirse así: la divulgación científica es la ciencia sin dolor.
- La segunda es un nivel más alto, la ciencia como elemento básico de la cultura general.
- La tercera se dirige a establecer una comunicación entre las distintas especialidades científicas.
- Una cuarta función sería la expresada por este pensamiento actual: la ciencia no es completa hasta que se comunica.
Sólo es ciencia la ciencia transmisible decía el gran hombre y también divulgador, Leonardo de Vinci. En su libro de 1988, La communication scientifique publique,
Fayard, comentaba que a lo largo de una veintena de años de existencia
(ahora tendríamos que decir, una treintena), la comunicación científica
pública contemporánea parece anunciar su entrada en la bolsa de las
industrias culturales. Después del tiempo de la divulgación, y luego de
la acción cultural científica, suena la hora de un funcionamiento más
mediático, al menos en Europa, porque en los Estados Unidos el New York Times ya publicaba en los años 20 del pasado siglo, materiales de difusión científica, como crónicas, reportajes, editoriales, etc.
Ante
la imposibilidad de hablar aquí de todos de modo pormenorizado, me
limito a los grandes maestros, muy distintos uno de otro, pero unidos
ambos por la pasión de divulgar el conocimiento. Está por hacer la
historia del periodismo científico en Iberoamérica. Mientras alguien
acomete esta empresa tan necesaria, quisiera recordar a varios
creadores. El primero es el brasileño José Reis. Por fortuna, él mismo
nos ha contado los pormenores de su trabajo, en el artículo "O Caminho
de um divulgador". Y en el prólogo de uno de sus libros más conocidos, Eduacaçao è investimento,
Tristao de Athayde dice de él: "Es un caso posiblemente único en
nuestra historia cultural: un hombre de ciencia auténtico que se
convierte en auténtico periodista". El boletín Informativo JR,
del Núcleo José Reis de Divulgación Científica (Universidad de Sao
Paulo, mayo-junio 1997) publicó textos sobre el Dr. José Reis, con
motivo de sus 90 años. Otro destacado divulgador, el médico y
periodista argentino Dr. Jacobo Brailovsky, Presidente de Honor de la
Asociación Argentina de Periodismo Científico, pasa ya también de los
97 años de una vida plena dedicada al ejercicio de la medicina y del
periodismo.
Otro gran divulgador ha sido Arístides Bastidas, que dirigió la página científica diaria de El Nacional,
de Caracas, y en ella publicó, durante más un cuarto de siglo, una
columna leída en todo el país. Sin haber cursado enseñanza superior,
era profesor honorario de varias universidades. Escribió algo más de
una veintena de libros, y sobre su figura se han hecho tesis doctorales
y otros estudios, y se han publicado biografías. Su búsqueda de la
noticia científica y tecnológica, sus esfuerzos de promoción de
instituciones de ciencia y tecnología en Venezuela, su preocupación por
elevar el nivel del periodismo científico en Iberoamérica (juntos
fundamos la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico), su
visión de la divulgación de la ciencia como instrumento para lograr la
autodeterminación tecnológica y cultural de los países en desarrollo,
han hecho de él un gigante del periodismo científico de América.
VOCACIÓN DIDÁCTICA EN LA DIVULGACIÓN
Martín
Bonfil Olivera, de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de
la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), autor del texto “La
difusión cultural de la ciencia: un puente para reintegrar la ciencia a
la cultura”, distingue en su trabajo la concepción “cultural” de la
divulgación científica, que pretenden ubicar a la ciencia como una
parte de la cultura, junto con las artes y las humanidades; la
divulgación científica con vocación didáctica se caracteriza por su
objetivo, que es esencialmente enseñar; muy cercana a esta se
encuentra la visión vocacional de la divulgación, que no se propone
enseñar, sino promover el estudio de carreras científicas; la
divulgación recreativa buscar el placer del conocimiento; la de
carácter democrático o social puede concebirse como una labor social,
cuyo fin primario es democratizar el conocimiento científico, ponerlo
al alcance de todos los ciudadanos.
Hay
también, para el autor mexicano, otros tipos de divulgación: la
periodística, que enfoca las noticias en su sentido de novedades; la
divulgación escéptica, que combate las creencias pseudocientíficas, las
supercherías y supersticiones y difundir los hábitos de pensamiento
crítico y racional: la difusión cultural de la ciencia, que busca
fomentar lo que podríamos llamar “la apreciación de la ciencia”, y es
la más profunda y a la vez la que abarca con mayor amplitud a las demás
concepciones.
La
divulgadora y escritora mexicana Ana María Sánchez Mora, recuerda que
un día cierto periodista mexicano le preguntó “Cómo se aprende a hacer
divulgación”, obtuvo la respuesta siguiente:
¿Divulgación?
¿De cual? ¿Para niños, adolescentes o adultos? ¿para primaria,
secundaria o enseñanza superior? ¿Para científicos de otras
especialidades? ¿Por escrito, en vídeo o por radio? ¿Estilo literario o
periodístico? ¿Cómo cuento, entrevista, ensayo o guión? ¿Modelo Gamow,
Asimov, Sagan, Jay Gould o Dawkins? ¿Con esta respuesta, Sánchez quiso
mostrar al periodista la gama de posibilidades que existen dentro de la
divulgación de la ciencia? Por eso aceptó ser nuevamente interpelada.
¿Cómo puede llegar alguien a ser divulgador?
Aunque
no lo parezca a primera vista, esta pregunta es semejante a cuestionare
cómo puede aprender un pintor a pintar, un escritor a escribir y un
compositor a componer. En el caso de la divulgación no hay un método
que se nos enseñe, no hay libros de texto, ni exámenes. Los de mi
generación y quienes nos precedieron no tuvimos una escuela formal;
hemosaprendido en la práctica, con suerte a la sombra de un divulgador
ya formado y hasta reconocido. Como en cualquier actividad intelectual,
con escuela o sin ella, algunos han trascendido al encontrar un estilo
propio, una definición original, una manera muy personal de hacerla. Y
si en suerte les tocó llegar a ser considerados divulgadores de primera
línea, tal vez pudieron retribuir ese conocimiento empírico a otros
jóvenes aprendices. Sólo a unos cuantos, pues fue una enseñanza
individualizada
La
experiencia acumulada en seis ediciones de la diplomatura de la DGDC,
ha permitido identificar varios obstáculos en la enseñanza de la
divulgación. Ana María Sánchez destaca los siguientes:
- La divulgación no es una disciplina, de modo que no tiene un método que le sea inherente.
- La
ausencia casi total de reflexiones escritas sobre cómo hacer la
divulgación. Eso incluye la necesidad de una antología mínima de los
clásicos de la divulgación.
- Se
requiere también un conjunto de normas, extraídas de la práctica
constante, sobre el mínimo de recursos que un divulgador debe conocer y
saber utilizar para hacer su trabajo.
- Hacen falta criterios sólidos para evaluar el trabajo.
- Se
precisa de una institución que respalde el proyecto de enseñanza que le
permita ser reproducible y que le otorgue garantía de calidad.
Hace
algo más de medio siglo, los participantes en un coloquio del Consejo
de Europa establecieron la necesidad de estudios, en buena parte, no se
han llevado a cabo todavía, sobre las cuestiones siguientes:
- Las motivaciones. ¿Por qué el público se interesa por la ciencia?
- El nivel social de los diversos tipos de público. ¿A quién se dirige la divulgación? ¿A quiénes interesa?
- Las formas de la divulgación. ¿Cómo presentar la ciencia a los no iniciados? ¿Por qué medios?
- Los contenidos de la divulgación. ¿Qué elegir entre los temas, productos y servicios de la ciencia y la técnica?
- Los autores. ¿Quiénes pueden o deben presentar la ciencia al público?
LA HORA DE LOS DIVULGADORES
El
Dr. Marcelino Cereijido, Profesor Titular en el Centro de Investigación
y de Estudios Avanzados de México, nacido en Argentina, es uno de esos
científicos, poco abundantes entre nosotros, que hace compatible su
investigación en fisiología con la publicación de artículos y libros
donde se plantea los grandes problemas de la ciencia en su ámbito,
Iberoamérica en este caso. Hace tres años, escribió una frase que
desencadenó un aluvión de reacciones de muy diversos signos: "En Latinoamérica ya tenemos investigación, el próximo paso sería desarrollar la ciencia". Luegopublicó un libro donde explica lo que él llama su "exabrupto", Por qué no tenemos ciencia (Siglo XXI Editores).
En elcapítulo final del libro, La hora de la divulgación,
Cereijido afirma quecasi toda la comunicación de la ciencia es
divulgación. Uno de los mensajes de este libro es que para tratar de
desarrollar la ciencia de los países iberoamericanos, junto con los
hechos de la naturaleza debe divulgarse su historia, su sociología y su
geografía. "Debemos adaptar nuestra divulgación -afirma el Dr.
Cereijido- para que el filósofo, el historiador, el funcionario, el
empresario y el legislador entiendan a los investigadores de su país, y
comprendan que si bien la investigación depende de los investigadores,
de modo preponderante, la ciencia depende crucialmente de ellos mismos.
El día en que a cada uno de los actores le quede claro cuál es su
inserción en este sistema complejo, comenzaremos a desarrollar por fin nuestra ciencia".
¿QUIÉN VA A EXPLICARNOS EL MUNDO DE FORMA INTELIGIBLE?
A
juicio de algunas personas que se han preocupado por estas cuestiones,
la única manera razonable de entender el mundo es estudiar
minuciosamente cada uno de sus componentes, si hacerse demasiadas
preguntas sobre el conjunto y preocuparse más por el “cómo” que por el
“porqué”. Pero va en detrimento de lo que desea la mayoría, porque
describir no ayuda nada a comprender, sobre todo cuando esas
descripciones de la realidad aparecen en formas enormemente
especializadas y, por tanto, se convierten en algo tan complicado que
roza lo ininteligible.
Lo
que deseamos es saber por qué existe el Universo, por qué surgió la
vida, por qué nació el ser humano. Este deseo natural, piensen lo que
piensen algunos científicos, forma parte de lo “propio del hombre”, de
su naturaleza profunda. La respuesta a estas preguntas no sólo
satisfaría una curiosidad evidente, sino que también permitiría
eliminar muchas ambigüedades filosóficas o religiosas, al plantear
mejor los problemas del significado del universo y nuestro lugar en él.
El
hecho de que toda gran nueva teoría científica puede volver a poner en
tela de juicio la actitud del hombre respecto al mundo, acentúa la
incertidumbre del ciudadano medio ante la ciencia, sobre todo porque la
ciencia moderna no se preocupa en absoluto de hacerse comprender por la
gran mayoría. Ha llegado al punto de que en el que su comprensión exige
una cultura y una atención que los ciudadanos corrientes sólo pueden
adquirir mediante unos esfuerzos a los que no todos están dispuestos,
ni suelen tener medios a su alcance
La
cultura científica no ha adquirido aún su fisonomía propia. Los
programas científicos en televisióntienen una audiencia escasa, excepto
los que hablan de medicina. Una encuesta reciente muestra que menos de
la mitad de los estadounidenses saben que es la Tierra la que gira en
torno al Sol -en Francia, son tres de cada cuatro- y sólo el 9% sabe
qué es una molécula. Un francés de cada dos ignora la composición del
agua. La mitad de los franceses y estadounidenses creen que los
primeros hombres eran contemporáneos de los dinosaurios. El
administrador de la NASA se acuerda de una pregunta que le hicieron
cuando defendía ante un grupo de congresistas el presupuesto del
organismo espacial: “¿Para qué quiere usted lanzar satélites
meteorológicos, si todos los días nos ofrecen en televisión unas
previsiones muy bien hechas?”
En
todos los países, los parlamentarios son, en su inmensa mayoría, muy
ignorantes en temas científicos; aun así, tienen la responsabilidad de
resolver problemas de fuerte connotación científica, como los
relacionados con la contaminación, la destrucción de la capa de ozono o
la introducción de plantas modificadas mediante ingeniería genética. A
pesar de ello, no hay un solo elemento de nuestro confort cotidiano que
no sea resultado de una conquista científica, desde la televisión hasta
el avión, desde la cadena de frío hasta los antibióticos. Sin embargo,
la ciencia no está presente en las reflexiones cotidianas de los
ciudadanos, más que para ser objeto de acusaciones cuando sucede una
catástrofe como la de Chernobil, o cuando surge un temor mítico como el
de la manipulación genética de los seres vivos.
Vivimos
en una época en que la ciencia, que durante muchos años triunfó en la
cultura y en la sociedad, no sólo permanece ignorada con demasiada
frecuencia, sino que incluso se la pone en tela de juicio y los propios
científicos asumen una actitud tímida y vigilante. Así pues, ¿quién va
a explicarnos el mundo de forma inteligible? Si la ciencia abdica, ¿hay
que esperar la aparición de una nueva filosofía, lo que podríamos
llamar una verdadera filosofía de la naturaleza, capaz de descifrar con
claridad los misterios del universo y de la vida? ¿O surgirán otros
modos de reflexión que ocupen el lugar vacante? Es posible, como
piensan algunos físicos actuales, que haya otros medios que demuestren
ser más adecuados para hacernos comprender el mundo. Si se excluye el
regreso a las mitologías o la fe en alguna divinidad, que nunca contará
con la adhesión de todo el mundo, ¿habrá que pensar en otras
disciplinas culturales, asociadas al arte, la poesía o la meditación?
CÓMO PUEDE DIVULGARSE LA CIENCIA
El
divulgador científico tiene una triple responsabilidad: informar,
explicar y facilitar la comprensión. A grandes rasgos, la información
científica ha sido dividida en tres grandes apartados: hechos, leyes y
teorías (Martin Gardner). El divulgador debe tener en cuenta esta
clasificación y poner el máximo interés en advertir al público, cada
vez que trate uno de estos temas, si se trata de hechos, de leyes o de
teorías, y yo añadiría de experimentos.
La
ciencia es difícil de popularizar porque su propia estructura está
diseñada para alejar, desde el principio, a la mayoría de la gente
(Latour, 1992). Si esto es así, y parece serlo en la mayoría de los
casos, el primer objetivo del divulgador será esforzarse en volver al
punto de partida del científico, si es que puede encontrarse, o adoptar
una mentalidad de traductor.
Los
divulgadores utilizan metáforas, imágenes, descripciones,
comparaciones con la vida cotidiana cuando se trata de cifras y
cantidades, recursos narrativos que sólo en apariencia alteran el orden
lógico en el que los textos especializados expondrían un tema (García
Bergua, 1983) y, en general, cualquier otro tipo de herramientas que
puedan utilizarse para incrementar la comprensión de la ciencia por el
público. No se trata aquí de dar normas precisas, porque ello no es
posible y ni siquiera deseable. "No hay recetas. Hay aprendizaje"
(López Beltrán). Pero, en lo que se refiere a la prensa escrita, puesto
que la radio y la televisión tienen sus propias técnicas, existen
algunas fórmulas que Jean Pradal reducía a los seis procesos siguientes:
- El científico escribe el artículo en su forma definitiva y el periodista no interviene más que en la confección de la página.
- El periodista reelabora el artículo escrito por el científico para adaptarlo a las necesidades de sus lectores.
- El científico elabora un esquema directo, siguiendo el cual el periodista concibe y realiza el trabajo.
- El
científico es entrevistado por el periodista, que redacta el trabajo
utilizando las palabras del especialista o las notas tomadas.
- El periodista se inspira directamente en escritores científicos sin consultar al especialista.
- El periodista se inspira únicamente en otros trabajos de divulgación.
Pradal
condena esta última opción, ya que el periodista debe aspirar a
trabajar con fuentes de primera mano. Además, toda información pierde
algo de su sentido y de sus matices cada vez que es transmitida y
reelaborada, y ello es especialmente grave cuando se trata de
información científica.
No
parece haber una respuesta única ni válida para todos. Dependerá del
medio, del nivel del público, de la disciplina científica de que se
trate y de una serie de imponderables personales. Yo me he atrevido,
en otro lugar ("Periodismo Científico", 2ª edición, 1992), a establecer
algunos requisitos o condiciones que ha de cumplir, en términos
generales, el divulgador de la ciencia, sea investigador, docente o
periodista. También he tratado de estudiar las características, las
exigencias y los problemas de la difusión de la ciencia al público.
Ahora quisiera asomarme al campo profundo y gigantesco que se abre
ante la interrogación de cómo divulgar la ciencia. Basados en estas
consideraciones, muchos científicos que divulgan exaltan el misterio
como ingrediente de sus trabajos y, como Einstein, consideran lo
misterioso como fuente de verdad y de ciencia.
En
la ponencia de apertura del profesor Pierre Fayard (Universidad de
Poitiers) en el congreso internacional de Montreal (1994), al analizar
la situación de la divulgación científica en Francia, y después de
recordar que la cultura de nuestro tiempo está completamente marcada
por la ciencia, Fayard sitúa el fenómeno social de la divulgación
actual como parte de una evolución cuyo estadio inicial era el concepto
estrecho y limitado a la sola transmisión de mensajes de vasos
supuestamente llenos, es decir, los científicos, a vasos supuestamente
vacíos, es decir, el gran público. Para Fayard, y para algunos de
nosotros, este planteamiento no se adapta a los desafíos
contemporáneos de la comunicación científica pública. Uno de los
riesgos de la actitud que ahora se trata de superar es que la
divulgación de la ciencia se quede en acción de relaciones públicas y
en promoción de intereses u opciones ante la opinión pública.
HACIA UNA MOVILIZACIÓN DEL CONOCIMIENTO
El
gran divulgador científico brasileño José Reis nos envió al Primer
Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico (Caracas, 1974) un
mensaje que, a mi juicio, sigue vigente:
Urge
volver a la ciencia y la divulgación en los términos en que las vivió
Pasteur, pensando, sobre todo, en el bienestar de la sociedad humana.
Tal vez en ninguna otra época la ciencia haya necesitado como ahora de
la mano amiga del periodista, no tanto para aplaudirla como creadora de
hechos memorables como para explicarla de la manera más amplia, es
decir, junto a los principios, los métodos, los hallazgos y el valor
personal de los científicos, las implicaciones de cada nuevo paso y la
necesidad de su entendimiento y ponderación por los dirigentes
políticos, asesorados por grandes consejos en los que no faltan
científicos.
Alexander King, que fue presidente del Club de Roma y gran promotor de
los estudios de prospectiva, escribió que nos encontramos ante "un
desafío tan grande, peligroso y magníficocomo no ha habido otro en la
historia del hombre”. Lo que caracteriza al nuevo milenario es que
ahora disponemos de medios para atisbar racionalmente el futuro, para
saber, por lo menos, cuáles son las tendencias de la sociedad en la que
nuestros hijos y nietos han entrado en el siglo XXI.
Las
soluciones no son políticas, en el sentido de poder atribuirse a una
determinada ideología, ni económicas, o por lo menos no son sólo
políticas y económicas. La sociedad humana de estos años tiene que
modificar radicalmente sus actitudes, sus comportamientos, sus sistemas
de producción y de consumo, sus hábitos cotidianos y, sobre todo, sus
criterios educativos, que el Club de Roma prefería englobar bajo el
término, más amplio, de aprendizaje, y que comprende la adquisición y
la práctica de nuevas metodologías, nuevas destrezas, nuevas actitudes.
Hay
motivos para la esperanza. Los grandes desafíos de nuestro tiempo
pueden afrontarse con proyectos movilizadores de gran empeño, que nos
proporcionen más proteínas, atmósfera y mares limpios, trabajo y
bienestar para todos y sin discriminaciones, corrección de los
desequilibrios mundiales en la economía, la educación, la cultura, la
salud, la información, etc. Podemos construir, en suma, la nueva
solidaridad.
Llegados
a este punto, a quienes han tenido la gentileza de seguirme hasta aquí,
les asiste un lógico derecho de conocer no mi opinión, que no tendría
ningún valor, sino la de aquellos que se ocupan lúcida y
responsablemente de estas cuestiones. La interrogación, o más bien la
alternativa, podría formularse así: ¿Se trata de promesas de nuevas
armonías o de anuncios de apocalipsis? Yo soy optimista, pero recuerdo
siempre la definición de pesimismo del padre Arrupe, que me repetía
Xavier Zubiri: un pesimista en un optimista bien informado. Y la
conocida anécdota de un hombre que cae desde un octavo piso y al pasar
por el segundo dice a los que están asomados a la ventana:
Por ahora, todo va bien.
No
tenemos derecho a ser optimistas ni pesimistas, pero sí estamos
obligados a ser lúcidos. Y los conceptos de optimismo y pesimismo
habrían de revisarse a la luz de nuestro conocimiento actual sobre el
hombre y el universo. En este sentido, el optimismo deberá ser moderado
y limitado por las carencias del ser humano y por lo que ignoramos
sobre el origen y el final del mundo y del hombre. Podría hablarse
quizá de un "optimismo escéptico" o de un "pesimismo esperanzado".
La
estabilidad dinámica de una sociedad puede lograrse de muchas maneras,
pero en cualquier caso hay que insistir en que ya no sirven las
creencias ni los hábitos que antes se daban por supuestos. Hacen falta
con urgencia nuevos valores, nuevas imágenes, nuevos sistemas de
creencias y acción y, en realidad, una nueva moral. En cuanto al
progreso tecnológico, debemos tener en cuenta sus beneficios y sus
riesgos. Los avances técnicos podrían descentralizar la toma de
decisiones, eliminar los trabajos peligrosos, sucios y monótonos y
relacionar a las personas. Pero también pueden centralizar el dominio y
encerrar a los individuos en existencias fragmentarias, sin sentido,
aisladas entre sí y aisladas de la naturaleza.
El
progreso alcanzado tiene la doble cara que caracteriza a todas las
empresas humanas. Nada se nos da gratuitamente. Vivimos en una
contradicción inquietante de libertad y opresión, hambre y despilfarro
de alimentos, explosión demográfica y sangría de población,
productividad e ignorancia, crecimiento y regresión, ciencia y
superstición, conocimiento y mediocridad, lujo y miseria,
centralización y crisis de autoridad. Es como si coexistieran la edad
de piedra y la edad electrónica. Estamos realmente inventando nuevas
formas de vivir y de actuar en el mundo y parece como si se hubiera
vuelto una página en la historia de la humanidad o quizá de la
prehistoria. Podemos gobernar nuestro destino siempre que seamos
capaces de movilizar positivamente todo el activo y el potencial de
nuestra civilización, y de ordenar los avances en beneficio del ser
humano y de su integración armoniosa en esta sociedad cambiante,
arriesgada, sugestiva y esperanzadora.
Como
un número creciente de personas en todo el mundo, creemos que pocos
objetivos tan apasionantes, tan complejos y tan difíciles como la
divulgación de la ciencia y la técnica, podrán proponerse hoy los
individuos y las sociedades. Se trata de contar, para todos, esta
aventura asombrosa del espíritu humano que es la conquista gradual por
el hombre, del espacio, el tiempo, la materia y ahora, la vida; el
conocimiento de nuestro propio cuerpo y los del resto de los vivientes
y hasta de los componentes oscuros y grandiosos de la mente. Asimismo,
se pretende no sólo mostrar la trascendencia y la belleza de los
nuevos conocimientos, sino también su utilidad para mejorar la calidad
de vida de todos.
Desde
hace tiempo, vengo pensando en el proyecto de escribir un texto sobre
un temaque me interesa mucho, en primer lugar, para una reelaboración y
reflexión de mi propio conocimiento y, sobre todo, porque, salvo el
profesor brasileño José Marques de Melo, nadie hasta ahora, en lo que
yo pueda saber, ha abordado el tema de las teorías de la divulgación
científica, al menos en nuestro ámbito. Este trabajo quisiera ser algo
así como un anticipo de lo que podría ser el estudio definitivo.
En primer lugar, recordemos a los que podríamos llamar clásicos: La vulgarisation des sciences par l´écrit,
de Jean Pradal; las intervenciones y discursos al recibir el Premio
Kalinga, de la UNESCO y, sobre todo, los pronunciados por Jean Rostand,
en 1960, y Nigel Calder, en 1974. Más adelante, y dentro delos estudios
individuales y colectivos que contienen valiosas indicaciones sobre
nuestro tema: Roqueplo, Pkilippe (1974): Le partage du savoir, Du Seuil; Vulgariser: un défi ou un mythe (1985). Dirección de Smaïl Aït El Hadj y Claire Bélisle. Chronique Sociale, Lyon; Pierre Fayard (1988): La communication scienfique publique, Chronique Sociale, Lyon; Daniel Raichvarg y Jean Jacques (1991): Savants et Ignorants, Seuil. En lengua inglesa, deben citarse los textos de Dorothy Nelkin; Warren Burkett (News reporting y Writing Science News for the Mass Media); David Locke (La ciencia como escritura) y muchos otros más.
La
Unión Europea de la Asociaciones de Periodistas Científicos organizó en
la ciudad de Salzburgo (Austria), del 24 al 26 de abril de 1974, una
reunión sobre periodismo científico. Dos meses antes habíamos tenido en
Caracas el I Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico, en ambos
casos tratábamos de estudiar las misiones del Periodismo Científico en
la sociedad. En la Declaración de Salzburgo ya se reconocían problemas
que luego han aflorado definitivamente en las sociedades occidentales:
la influencia del conocimiento científico en las condiciones de vida y
desarrollo de la sociedad y al mismo tiempo, la separación entre la
ciencia y el público, porque la investigación científica es cada vez
más hermética para el hombre de la calle, para el político y para el
propio científico de otra especialidad.
En
los comienzos del siglo XXI, no se ha hecho casi nada de esto, al menos
en la mayor parte de los países, con importantes excepciones.
En
la Conferencia Internacional de Periodistas Científicos, celebrada en
Laxenbourg, Viena, los días 7 al 9 de mayo de 1979, se recordó la
obligación de los políticos y de los medios informativos de hacer
conocer al gran público los proyectos y programas de ciencia y
tecnología. El papel de los periodistas -se insistía- no consiste
solamente en encontrar explicaciones de los hechos científicos y
escribir sobre ellas, sino trabajar para el gran público y
especialmente para quienes están en el origen de la opinión pública,
para los políticos y los científicos de los países, tanto desarrollados
como en vías de desarrollo.
Hace
algo más de medio siglo, los participantes en un coloquio del Consejo
de Europa establecieron la necesidad de estudios, en buena parte, no se
han llevado a cabo todavía, sobre las cuestiones siguientes:
- Las motivaciones. ¿Por qué el público se interesa por la ciencia?
- El nivel social de los diversos tipos de público. ¿A quién se dirige la divulgación? ¿A quiénes interesa?
- Las formas de la divulgación. ¿Cómo presentar la ciencia a los no iniciados? ¿Por qué medios?
- Los contenidos de la divulgación. ¿Qué elegir entre los temas, productos y servicios de la ciencia y la técnica?
- Los autores. ¿Quiénes pueden o deben presentar la ciencia al público?
Hay
en la Declaración de Salzburgo una petición expresa que todavía espera
su desarrollo completo en países como los nuestros. Entonces se
señalaba la urgencia de una formación permanente de los periodistas de
la ciencia y se hacía un llamamiento a las universidades, los centros
de investigación y las empresas industriales para organizar cursos de
reciclado y períodos de residencia en instituciones científicas. Las
organizaciones sindicales de periodistas y las asociaciones
profesionales eran invitadas a subrayar esta necesidad al defender sus
reivindicaciones profesionales.
Es
una pena que una buena parte de esta obra no se haya completado y que
se haya olvidado la frase de Martí: "Los países de América del Sur, que
carecen de instrumentos de labor y de métodos productores rápidos,
experimentados y científicos, necesitan saber qué son y cuánto cuestan,
y cuánto trabajo ahorran, y dónde se venden los utensilios que en esta
tierra pujante y febril han violentado la fuerza de la tierra y llevado
a punto de perfección el laboreo y transformación de sus productos...".
Hace algo más de cien años, y estos propósitos no se han cumplido aún
en América Latina.
Muchas gracias
APÉNDICE
PARA UNA ADECUADA INFORMACIÓN DEL CONOCIMIENTO
En
el documento final sobre "La Comunicación Pública de la Ciencia", el
director de un encuentro celebrado en la Universidad Internacional de
Santander, el profesor Miguel Ángel Garrido, recordó que se detecta un
aumento progresivo en las demandas que la sociedad formula sobre
conocimiento científico y técnico. Para llevar a cabo una más adecuada
información pública de la ciencia, es necesario tener en cuenta lo
siguiente:
- La
demostración científica no tiene un valor absoluto, sino que ha de ser
entendida, como cualquier otro discurso, dentro de un contexto y una
situación.
- Es necesario elaborar más y mejores elencos de vocabulario científico y técnico.
- Hay
que estimular a los científicos para que haga cada vez más, que sean
capaces de proferir tanto el lenguaje de la ciencia como el de la
divulgación científica, que son discursos distintos.
- Para
el caso de aquellos científicos que no quieran o no sepan hacerlo, hay
que propiciar la existencia de mediadores capaces de traducir de un
discurso a otro.
- Por
lo demás, el informador debe acercarse al campo de la ciencia como a
cualquier otro: con honradez, rigor y la máxima competencia posible.
Para hablar sobre ciencia se posee el mismo instrumento que para hablar
de cualquier otra cosa: la lengua común.
- Hay
que desmitificar la ciencia: no es una panacea para los problemas del
ser humano, ni una religión. Como todo instrumento, se puede emplear
para el bien o para el mal.
- Se debe hacer propaganda de la ciencia: expande los límites del conocimiento humano y proporciona bienestar.
- Las
ciencias y las humanidades forman parte de la cultura: no es aceptable
una ciencia sin humanismo, ni lo son unas humanidades al margen de la
ciencia.
BIBLIOGRAFÍA
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(2000), Teresa Rojas Rabiela. Coordinadora Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investigaciones Históricas,
Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología,
Secretaría de Educación Pública, Comisión Nacional Conmemorativa del
Bicentenario del Fallecimiento de José Antonio Alzate y Ramírez,
Morelia, Michoacán, México.
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- Sánchez Mora, Ana María (2000): Enseñanza y aprendizaje de la divulgación, México.
- Vulgariser: un défi ou un mythe? (1985): dirección: Smaïl Aït El Hadj, Claire Bélisle. Chronique Sociale, Lyon, 1985.
LIBROS DEL AUTOR DE ESTE TEXTO
El autor de esta conferencia ha publicado, entre otros, los libros
siguientes sobre el tema:
-
Periodismo Científico, Madrid, 1977.
-
Periodismo Científico, 2ª edición, Madrid, 1992.
-
Manual de Periodismo Científico, Barcelona, 1997.
-
El Nuevo Periodismo de la Ciencia, CIESPAL, Quito, 1999.
-
Divulgación y Periodismo Científico: entre la claridad y la exactitud, México, UNAM, 2003.
-
Diccionario de Periodismo Científico. Instituto Nacional Politécnico, México D.F., 2005.
© 2004 Secretariado de Comunicación. Universidad de Granada. prensa8@ugr.es