08/04/2002-
Premios Nobel Iberoamericanos
Luchadores por los derechos humanos en
Timor Oriental: Nobel de la Paz
El
Nobel de la Paz de 1996 recayó sobre dos formas distintas de reivindicar
la convivencia en libertad y el respeto a los derechos humanos. Por un
lado, la tarea de recordar permanentemente y concienciar a la comunidad
internacional sobre el atropello y la violación sistemática
de derechos en la antigua colonia portuguesa de Timor Oriental; y por
otro la acción cotidiana desde dentro, a modo de sutil cuña
que, poco a poco, resquebraje una estructura de opresión. En ambas
tareas llevan años embarcados José Ramos Horta y el obispo
católico Carlos Ximénez Belo.
Cristina
Vera / Habían
transcurrido sólo dos meses desde que la
administración portuguesa abandonase Timor Oriental. El 7 de diciembre
de 1975 más de 10.000 soldados indonesios ocuparon un territorio
que, siete meses después pasaba a ser oficialmente la 27¦
provincia de Indonesia. Tras 21 años, la integración dista
mucho de ser realidad. Los grupos pro-derechos humanos continúan
denunciando la situación que vive el pueblo timorés ante
una pasiva comunidad internacional cuya escasa atención sólo
ha maquillado las formas represivas de Yakarta. Las ejecuciones extrajudiciales
han disminuido en los últimos dos años, y algunos indonesios
piden un cambio de actitud respecto al futuro de la antigua colonia portuguesa:
"Hemos de reconocer que Timor Oriental es un territorio especial
al que, justificadamente, debe concedérsele la autonomía",
afirmaba el académico y subdirector del Colegio de defensa Juwono
Sardono.
Sin embargo analistas políticos señalan el crecimiento de
la tensión política, étnica, religiosa y económica,
y Amnistía Internacional denunciaba el pasado mes de julio ante
la ONU, que las detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones y el
encarcelamiento de presos de conciencia formaban parte de la vida cotidiana
de miles de timoreses. Lo que si ha cambiado en Timor Oriental es la naturaleza
de la resistencia contra el régimen de Yakarta, que ha pasado de
una vanguardia vigorosa a una frustración general.
Ximénez Belo y Ramos Horta, recibían un galardón
francamente retador, en medio de un gran apoyo popular y cierta tensión
política. Coherentes con sus respectivas formas de actuación,
respetuosos con las del otro, y unidos en una larga lucha por la independencia
de Timor Oriental ambos expresaron con un discurso diferente, en el tono
y el lenguaje, el sentido de esta lucha.
El obispo católico insistió en su condición de líder
espiritual y no político. Se mantuvo dentro de su condición
de pastor de almas, pero sin olvidar sus responsabilidades con sus semejantes
y el compromiso con sus sufrimientos. Apeló a la comunidad internacional
para el logro de una solución tan pacífica como justa para
la lucha de su pueblo y recordó éxitos conseguidos con dichos
argumentos y el compromiso de la comunidad internacional en otros puntos
conflictivos. Aludió a la ex-Yugoslavia y Centro América,
mientras los acuerdos de paz de Guatemala precisamente en esos días
culminaban en Madrid su etapa europea. Sus actos y palabras en Oslo fueron
minuciosamente registradas por el gobierno de Indonesio, quien amenazó
con la impedir su regreso al país si a juicio del régimen
se "excediera" en sus expresiones.
José Ramos Horta, portavoz en el exilio de la lucha de su pueblo,
se muestra comprensivo con la posición del obispo, considerando
que, ante el carácter de sostén moral que la iglesia católica
tiene para su pueblo, la presencia de Belo en la isla es indispensable.
Su discurso tuvo un tono más comprometido con la realidad política
actual y la opresión que sufre su país. Ramos Horta, condena
en sus intervenciones la represión desatada desde la invasión
por el gobierno de Indonesia. En Oslo recordó por su nombre a todos
los mártires caídos en la lucha, y puso el acento en la
necesidad de la paz, de arbitrar una solución que contemple las
aspiraciones del pueblo de Timor Oriental.
Consciente de la importancia del galardón para recordar la situación
de su pueblo y restar impunidad a la represión indonesia, se mostró
agradecido a la Academia, pero sin olvidar la crítica a una doble
moral que permite a muchos gobiernos hablar de derechos humanos mientras
continúan la venta de armas, a veces disfrazada como material técnico,
destinadas esencialmente a reprimir al pueblo de Timor Oriental.
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