| 08/04/2002- 
        Premios Nobel Iberoamericanos
 Severo Ochoa: Nobel de Medicina 1959
 Severo 
        Ochoa (1905-1993) representa la figura del científico que, a través 
        de la propia capacidad y el rigor, aborda y resuelve con inteligencia, 
        más que con medios, algunos de los problemas que plantea la ciencia. 
       Sus 
        investigaciones condujeron a la síntesis del ácido ribonucleico, 
        ARN, tras el descubrimiento de la enzima polinucieótido-fosforilasa. 
        Este hallazgo le valió, junto a su discípulo Arthur Kornberg, 
        el premio Nobel de Medicina de 1959.  Antonio 
        Campos Muñoz- Unv. Granada / 
        Se ha escrito que en la vida detodo hombre existen tres etapas distintas que, en general, pueden distinguirse 
        con bastante claridad: primero, una etapa de formación; segundo, 
        una etapa de madurez y ejecución y tercero, una etapa de contribución 
        o magisterio. En el mundo de la ciencia, la vida y la obra de Severo Ochoa 
        constituye un paradigma de estas tres etapas que acabamos de indicar.Su 
        formación comienza en la Facultad de Medicina de Madrid bajo el 
        magisterio del Profesor Negrín, un profesor que al cambiar la docencia 
        por la política deja a nuestro protagonista huérfano de 
        tutela y de futuro. 
 Severo Ochoa, a pesar de ello, va a continuar con el camino iniciado y 
        lo hace porque, entre otras cosas, su vida en Madrid transcurre en la 
        denominada Residencia de Estudiantes; una institución mítica 
        de la Universidad española en la que vivían, entre otros 
        residentes, hombres como Federico García Lorca, Salvador Dalí 
        o Luis Buñuel y en la que se estaba originando la mejor cultura 
        española de este siglo.
 
 En la Residencia de Estudiantes, además de una actividad artística 
        y literaria de primera magnitud, se desarrollaba una actividad científica 
        extraordinaria. Por una parte existían los laboratorios anejos 
        a la misma, entre los que destacaba el dirigido por Pío del Río 
        Hortega, histólogo descubridor de dos de los cuatro tipos de células 
        existentes en el tejido nervioso. Por otra parte la Residencia recibía 
        periódicamente en sus salones la visita de las figuras científicas 
        mas relevantes de la época. La presencia de Ramón y Cajal, 
        Albert Einstein o Madame Curie, entre otros muchos, ayudó, sin 
        duda, a configurar el excelente ambiente científico en el que Severo 
        Ochoa logró estimular lo mejor de sus sueños.
 Madurez 
        y exilio científico
 Las estancias en Alemania, en Gran Bretaña y en Estados Unidos, 
        esta última en el laboratorio del matrimonio Cori, galardonados 
        ambos junto con el argentino Bernardo Houssay con el Premio Nobel de Medicina 
        en 1947, completaron la etapa de formación de nuestro singular 
        protagonista.
 
 La etapa de madurez de Severo Ochoa va a desarrollarse en los Estados 
        Unidos. La guerra civil española y la difícil posguerra 
        no facilitaba la actividad científica en España y, como 
        si se tratase de un exiliado más, cargado de saberes y de experiencias, 
        Severo Ochoa acaba por instalarse en Nueva York, lugar en el que finalmente 
        va a desarrollar sus trabajos de investigación más significativos.
 
 La aportación científica de Severo Ochoa se ha realizado 
        esencialmente a tres niveles. En primer lugar mediante trabajos de enzimología 
        metabólica con el descubrimiento de dos enzimas, la citrato-sintetasa 
        y la piruvato-deshidrogenasa, que permitieron concluir el conocimiento 
        efectivo del ciclo de Krebs, el cual podría denominarse con toda 
        justicia ciclo de Krebs-Ochoa, y que representa un proceso biológico 
        fundamental en el metabolismo de los seres vivos. En segundo lugar Severo 
        Ochoa realiza una serie de trabajos que conducen finalmente a la síntesis 
        del ácido ribonucleico, ARN, tras el descubrimiento de la enzima 
        polinucieótido-fosforilasa. Este hallazgo le valió, junto 
        a su discípulo Arthur Kornberg, el premio Nobel de Medicina de 
        1959. En tercer y último lugar la aportación científica 
        de Severo Ochoa se materializa en una serie de trabajos en los que se 
        desarrollan las ideas y los hallazgos anteriores y que se relacionan con 
        el desciframiento del código genótico, la biosíntesis 
        intracelular de las proteínas y los aspectos fundamentales de la 
        biología de los virus.
 
 La etapa de contribución o magisterio la ha realizado en España 
        hasta el final de sus días participando en reuniones científicas, 
        impartiendo conferencias, formando parte como asesor de distintas fundaciones 
        y organismos y, sobre todo, siendo para la juventud estudiosa un excelente 
        ejemplo de rectitud y de seriedad científica. Un ejemplo que si 
        no existiera, y si periódicamente no se realzara, habría 
        que inventario para no dejar inerme a esa juventud ante la irresponsabilidad 
        y la desidia de una sociedad como la nuestra, que enaltece y que propaga 
        lo mediocre desde todas y cada una de sus antenas.
 
 Con independencia de los azares biográficos de Severo Ochoa el 
        breve relato que acabamos de reseñar de su vida y de su obra debería 
        quizá servirnos para rescatar de ella su interés y su voluntad 
        para alcanzar la mejor formación posible, su capacidad y su rigor 
        para abordar y resolver con inteligencia, más que con medios, algunos 
        de los problemas que plantea la ciencia y finalmente y, sobre todo, para 
        rescatar la motivación de sus últimos años, en comunicar 
        ese interés, esa voluntad, esa capacidad y ese rigor a las generaciones 
        más jóvenes.
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