08/04/2002-
Premios Nobel Iberoamericanos Desde hace unos años, insistentes campañas ecológicas alertan a la humanidad sobre una de las causas más graves del deterioro ecológico: el agujero en la capa de ozono. Las emisiones de ciertos gases -los clorofluorocarburos (CFC)- que emanan de algunas fábricas están acabando con un filtro indispensable para mitigar los efectos dañinos que las radiaciones ultravioletas de los rayos solares pueden provocar sobre la salud. El
descubridor de esta amenaza fue el científico Mario Molina (México
1943), quien el 11 de octubre de 1995 recibió el Premio Nobel de
Química, en reconocimiento de sus investigaciones en este campo.
El galardón fue concedido también a su amigo y colaborador
el químico Sherwood Rowland, de la Universidad de California, artífice
con él de estos descubrimientos, y al danés Paul Crutzen,
del Instituto Max-Planck de Química de Mainz, Alemania. Luis
Bruzón- Agencia EFE-TV / Desde
muy pequeño, Mario Molina ya manifestaba un sentido innato para
la investigación científica. De niño quedó
fascinado cuando contempló un protozoo a través de un primitivo
microscopio de juguete. Su precocidad en el campo de la química
le empujó, incluso, a la osada idea de convertir uno de los cuartos
de baño de su casa en un improvisado laboratorio, que llenó
de artilugios para hacer experimentos. La reducción de la capa de ozono En 1974, Rowland y Molina daban cuenta de los resultados de sus investigaciones en un artículo publicado en la revista Nature. En él advertían de la creciente amenaza que el uso de los gases CFCs suponían para la capa de ozono, aviso que en aquel momento fue criticado y considerado excesivo por un sector de investigadores. Sin embargo, la tenacidad y el convencimiento que depositaron en sus propias teorías conquistó las mentes más incrédulas. Tras arduas deliberaciones, Molina y Rowland consiguieron la aprobación a sus tesis en encuentros científicos internacionales y estuvieron presentes en las reuniones en las que se fijaron los parámetros de control que debían hacer cada país en la emisión de CFCs. En 1989, Mario Molina pasó a trabajar en el Departamento de Ciencias Atmosféricas, Planetarias y de la Tierra del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) como investigador y profesor. Y en 1994, su trabajo le brindó otro reconocimiento, en este caso del presidente de Estados Unidos, que le nombró miembro del comité que le asesora sobre asuntos de ciencia y tecnología, al que pertenecen 18 científicos. El punto culminante de su trayectoria de trabajo y perseverancia en pro de su preocupación por un problema que afecta a todo el planeta llegó el 11 de octubre de 1995. Mario Molina recibía, junto con Rowland el Premio Nobel de Química por ser los pioneros en establecer la relación entre el agujero de ozono y los compuestos de cloro y bromuro en la estratosfera. El galardón también se concedía al danés Crutzen, del Instituto Max-Planck de Química de Mainz (Alemania) quien halló en 1970 que los gases contaminantes tienen un efecto destructor en esa capa, sin descomponerse. El 4 de diciembre de 1995, Molina, Rowland y Crutzen fueron premiados además por el Programa de la ONU para el Medioambiente (UNED), por su contribución a la protección de la capa de ozono. Molina
posee también los premios Tyler (1983) y Essekeb (1987) que concede
la American Chemical Society, el Newcomb-Cleveland, de la Asociación
Americana para el Avance de la Ciencia (1987), por un artículo
publicado en la revista SCIENCE que explicaba sus trabajos sobre la química
del agujero de ozono en la Antártida. Y la medalla de la NASA (1989)
en reconocimiento a sus logros científicos. Mario Molina ha señalado
en alguna ocasión que cuando eligió el proyecto de investigar
el destino de los CFCs en la atmósfera, lo hizo simplemente por
curiosidad científica. No consideró las consecuencias que
conllevarían sus estudios. Pero cuando se dio cuenta de la envergadura
de su descubrimiento, se sintió sobrecogido, porque su aporte no
sólo ha contribuido a la comprensión de la química
atmosférica, sino que además ha supuesto un profundo impacto
en la conciencia ecológica de todo el mundo.
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