08/04/2002-
Premios Nobel Iberoamericanos
L. F. Leloir: ¿Por qué Leloir
recibió el Premio Nobel?
El
Dr. Luis Federido Leloir fue distinguido con el Premio Nobel de Química
en 1970. Sus trabajos supusieron una verdadera revolución en la
investigación bioquímica, y permitieron realizar importantes
avances en medicina.
Dr.
Enrique Belocopitow- Unv. Buenos Aires/ ¨¿Qué
hizo Leloir? ¨¿Por qué fue tan importante su trabajo?
"Pocos hallazgos han tenido tanto impacto sobre la investigación
bioquímica. Su labor y la que él supo inspirarnos brindaron
un conocimiento real en el amplio campo de la bioquímica, donde
anteriormente teníamos que conformarnos con vagas hipótesis.
Una serie extraordinaria de descubrimientos cuyos méritos han revolucionado
ahora nuestros conocimientos". Estos fueron parte de los fundamentos
de la Real Academia de Ciencias de Suecia al concederle el Premio Nobel
de Bioquímica en 1970 al médico argentino Luis Federico
Leloir.
Pero... ¿qué hizo? Ya anteriormente, mientras trabajaba
en el Instituto de Houssay, contribuyó a aclarar los mecanismos
de la hipertensión arterial o el de la oxidación de los
ácidos grasos. Más adelante, en 1948, junto con Carlos Cardini,
Ranwel Caputo, Raúl Trucco y Alejandro Peladini, trabajó
en el entonces joven Instituto de Investigaciones Bioquímicas -
Fundación Campomar-, buscando aclarar la transformación
de la galactosa (uno de los componentes del azúcar de la leche)
en derivado de la glucosa, encontró que para que esta se produjera
era necesario un factor cuya estructura estudió y aclaró.
Esta substancia resultó ser también un derivado de la glucosa,
pero de un nuevo tipo desconocido hasta entonces. En ella, la glucosa
está combinada de tal forma que contiene la energía necesaria
para reaccionar en el medio celular con muchos otros compuestos, dando
lugar a moléculas fundamentales para la viabilización de
mecanismos indispensables para la vida. El compuesto descubierto era la
uridina-difosfato-glucosa o UDPG. Es interesante recordar que la mitad
del UDPG es la uridina fosforilada, uno de los ladrillos conocidos como
nucleóticos con los que los organismos vivos construyen el ácido
ribonucleico, necesario para los mecanismos de transferencia genética.
La mitad de la molécula del UDPG, la uridina- difosfato, actúa
en muchos casos como un carro que transporta a la otras mitad, la glucosas,
para que se combine con otras sustancias. Con el UDPG u otros nucleóticos
azúcares, descubiertos más tarde, se pudo aclarar cómo
se generan las substancias que actúan como reservas energéticas.
Estas suelen estar constituidas por muchos miles de glucosas combinadas,
conocidas como glucógeno, la que se encuentra en el hígado,
cerebro, músculo y otros órganos de animales o como almidón
en las plantas. Por un camino similar, estas mismas plantas sintetizan
la celulosa, principal componente de la madera y de la hoja de papel en
la que usted, lector, está leyendo.
Los insectos también sintetizan en forma similar quitina, constituyentes
de su "cáscara externa" o exoesqueleto. Asimismo se pudo
aclarar cómo los vegetales producen el azúcar común
o sacarosa, que nos sirve para endulzar nuestras comidas y bebidas. Esta
navega naturalmente con la savia de las plantas, entre sus diferentes
partes, igualmente como lo hace la trehalosa, cuya síntesis aclara
el grupo de Leloir y cuya función en los insectos es la misma que
cumple la sacarosa en las plantas o la glucosa en el hombre, esto es,
como forma de transporte de energía.
Volviendo al principio, el camino de transformaciones de la galactosa
se conoce como "camino Leloir" y su dilucidación permitió
conocer las causas y evitar así la muerte, ceguera o la locura
de galactosémicos, enfermos hereditarios que están impedidos
de asimilar el azúcar de leche.
Verdaderas cédulas de identidad
El conocimiento de los nucleóticos azúcares permitió
al mismo Leloir y a sus colaboradores investigar, ya en la década
del 70, cómo se produce otra familia de compuestos, conocidos como
glicoproteínas, productos de la combinación de azúcares
complejos y proteínas.
La importancia de sus funciones puede comprenderse mejor si señalamos
que las glicoproteínas contenidas en la superficie celular tienen
su azúcar en el lado externo, sirviendo éste como cédula
de identidad. Así, si se trasplanta un tejido, las células
del animal o de la persona que los recibe identifican las células
del tejido extraño por los azúcares de las glicoproteínas
de su superficie. Si no son como las propias, se pone en marcha el mecanismo
inmunitario de rechazo.
También son glicoproteínas los lugares de las células
conocidos como receptores, los que como tales son reconocidos o no por
bacterias o virus. En caso afirmativo, éstos se fijan, penetran
e infectan a las especies sensibles, y es por ello que virus que atacan
a ciertos animales suelen ser inocuos para el hombre o viceversa. También
el espermatozoide reconoce al óvulo, al que se unirá para
dar lugar a la célula huevo, por la parte del azúcar de
las glicoproteínas de superficie de ambos y el funcionamiento adecuado
de dichos azúcares glicoproteicos dará lugar a que las células
originadas a partir de la célula huevo se diferencien en los órganos
que constituirán el nuevo ser.
Podemos seguir comentando para tener idea de la transcendencia del trabajo
de Leloir, que existen evidencias de que las alteraciones en los azúcares
de las glicoproteínas acompañan la aparición de células
tumorales o metástasis, en algunos casos por problemas de concentración
de nucleóticos azúcares o las enzimas que actúan
sobre ellos.
El campo del saber básico se construye con el trabajo de todos
los investigadores que haciendo aporte originales, como si fueran ladrillos,
van construyendo el edificio de la cultura científica. El aporte
de Leloir fue el de muchos ladrillos sólidos y fundamentales.
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