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Diálogo Iberoamericano
Núm. 13 / enero-febrero 1998. Pág.
40
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Severo Ochoa: Nobel de Medicina 1959
Severo Ochoa (1905-1993) representa la figura del
científico que, a través de la propia
capacidad y el rigor, aborda y resuelve con inteligencia,
más que con medios, algunos de los problemas que
plantea la ciencia. Sus investigaciones condujeron a la
síntesis del ácido ribonucleico, ARN, tras el
descubrimiento de la enzima
polinucieótido-fosforilasa. Este hallazgo le
valió, junto a su discípulo Arthur Kornberg,
el premio Nobel de Medicina de 1959.
Antonio Campos Muñoz (Decano de la Facultad de Medicina
de Granada). / Se ha escrito que en la vida de todo hombre
existen tres etapas distintas que, en general, pueden
distinguirse con bastante claridad: primero, una etapa de
formación; segundo, una etapa de madurez y
ejecución y tercero, una etapa de contribución o
magisterio. En el mundo de la ciencia, la vida y la obra de
Severo Ochoa constituye un paradigma de estas tres etapas que
acabamos de indicar.
Su formación comienza en la Facultad de Medicina de
Madrid bajo el magisterio del Profesor Negrín, un profesor
que al cambiar la docencia por la política deja a nuestro
protagonista huérfano de tutela y de futuro. Severo Ochoa,
a pesar de ello, va a continuar con el camino iniciado y lo hace
porque, entre otras cosas, su vida en Madrid transcurre en la
denominada Residencia de Estudiantes; una institución
mítica de la Universidad española en la que
vivían, entre otros residentes, hombres como Federico
García Lorca, Salvador Dalí o Luis Buñuel
y en la que se estaba originando la mejor cultura española
de este siglo.
En la Residencia de Estudiantes, además de una
actividad artística y literaria de primera magnitud, se
desarrollaba una actividad científica extraordinaria. Por
una parte existían los laboratorios anejos a la misma,
entre los que destacaba el dirigido por Pío del Río
Hortega, histólogo descubridor de dos de los cuatro tipos
de células existentes en el tejido nervioso. Por otra
parte la Residencia recibía periódicamente en sus
salones la visita de las figuras científicas mas
relevantes de la época. La presencia de Ramón y
Cajal, Albert Einstein o Madame Curie, entre otros muchos,
ayudó, sin duda, a configurar el excelente ambiente
científico en el que Severo Ochoa logró estimular
lo mejor de sus sueños.
Madurez y exilio científico
Las estancias en Alemania, en Gran Bretaña y en
Estados Unidos, esta última en el laboratorio del
matrimonio Cori, galardonados ambos junto con el argentino
Bernardo Houssay con el Premio Nobel de Medicina en 1947,
completaron la etapa de formación de nuestro singular
protagonista.
La etapa de madurez de Severo Ochoa va a desarrollarse en
los Estados Unidos. La guerra civil española y la
difícil posguerra no facilitaba la actividad
científica en España y, como si se tratase de un
exiliado más, cargado de saberes y de experiencias, Severo
Ochoa acaba por instalarse en Nueva York, lugar en el que
finalmente va a desarrollar sus trabajos de investigación
más significativos.
La aportación científica de Severo Ochoa se
ha realizado esencialmente a tres niveles. En primer lugar
mediante trabajos de enzimología metabólica con el
descubrimiento de dos enzimas, la citrato-sintetasa y la
piruvato-deshidrogenasa, que permitieron concluir el conocimiento
efectivo del ciclo de Krebs, el cual podría denominarse
con toda justicia ciclo de Krebs-Ochoa, y que representa un
proceso biológico fundamental en el metabolismo de los
seres vivos. En segundo lugar Severo Ochoa realiza una serie de
trabajos que conducen finalmente a la síntesis del
ácido ribonucleico, ARN, tras el descubrimiento de la
enzima polinucieótido-fosforilasa. Este hallazgo le
valió, junto a su discípulo Arthur Kornberg, el
premio Nobel de Medicina de 1959. En tercer y último lugar
la aportación científica de Severo Ochoa se
materializa en una serie de trabajos en los que se desarrollan
las ideas y los hallazgos anteriores y que se relacionan con el
desciframiento del código genótico, la
biosíntesis intracelular de las proteínas y los
aspectos fundamentales de la biología de los virus.
La etapa de contribución o magisterio la ha
realizado en España hasta el final de sus días
participando en reuniones científicas, impartiendo
conferencias, formando parte como asesor de distintas fundaciones
y organismos y, sobre todo, siendo para la juventud estudiosa un
excelente ejemplo de rectitud y de seriedad científica.
Un ejemplo que si no existiera, y si periódicamente no se
realzara, habría que inventario para no dejar inerme a esa
juventud ante la irresponsabilidad y la desidia de una sociedad
como la nuestra, que enaltece y que propaga lo mediocre desde
todas y cada una de sus antenas.
Con independencia de los azares biográficos de Severo
Ochoa el breve relato que acabamos de reseñar de su vida
y de su obra debería quizá servirnos para rescatar
de ella su interés y su voluntad para alcanzar la mejor
formación posible, su capacidad y su rigor para abordar
y resolver con inteligencia, más que con medios, algunos
de los problemas que plantea la ciencia y finalmente y, sobre
todo, para rescatar la motivación de sus últimos
años, en comunicar ese interés, esa voluntad, esa
capacidad y ese rigor a las generaciones más
jóvenes.
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