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Diálogo Iberoamericano

Núm. 11-12 / spbre.-diciembre 1997. Pág. 20

Universidad y Democracia

Nila Velázquez Coello (Universidad Católica de Santiago de Guayaquil

Para Platón y Aristóteles, la democracia era el gobierno de los más sabios; para Rousseau, el gobierno de las mayorías; para Abraham Lincolm, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, partiendo de su etimología, señala que es "predominio del pueblo era el gobierno político del Estado" y en una segunda aceptación, "Intervención del pueblo en el gobierno". Lo cierto es, que cuando hablamos de democracia, hablamos de pueblo y hablamos de gobierno, hablamos de mando, de poder y de organización que permite que ese poder esté en una u otras manos.
Etimológicamente, mandar, significa cargar, ponerle a uno, algo en las manos. El mando siempre se recibe de alguien; en las democracias, se recibe del pueblo, a través de diferentes formas, que en algunos casos como el nuestro, apenas se limita al sufragio, sin que podamos afirmar sin dudarlo, que tenemos una democracia representativa, pues la experiencia nos dice que los elegidos, muy pronto olvidan a quien representan. En todo caso, el origen del mando nunca radica en la fuerza, cuando se lo toma basado en ella se trata de un acto de agresión y no de un mandato.
El mando es el ejercicio de la autoridad, que los grupos humanos confieren a alguien, dentro de la organización social y política que conciben para lograr una convivencia armónica, sujeta normas y a aspiraciones comunes, entre las que siempre se encuentra lograr el bienestar para todos los seres humanos que así se organizan. Es este el origen del Estado que ha tenido diversas formas en las distintas etapas históricas y que surge por un acto de creación humana, cuando el hombre es capaz de imaginarlo. Hoy, nos parece que Estado es convivencia estable, fuerte e inamovible, pero toda inmovilidad oculta, como todo equilibrio, el dinamismo que lo produjo y sostiene, parte de este dinamismo es la capacidad creadora del hombre y de los pueblos, que imagina constantemente la posibilidad de perfeccionar el Estado para producir la energía que sostiene el equilibrio o un nuevo tipo de Estado.
Pero esta posibilidad encuentra siempre la resistencia que opone la realidad a ser transformada, por eso, para poder transformarla hay que conocerla, hay que conocer el comportamiento de los hechos naturales y sociales y sus leyes y, para intervenir en ella y realizar los cambios imaginados, se requieren instrumentos en otras palabras, se requiere ciencia y tecnología, que al determinar las formas y las relaciones de producción producen un tipo de sociedad y de instituciones; y se necesita también, una teoría que conciba las relaciones entre sus miembros.Es el conocimiento el que permita la explotación de los recursos naturales o suplir su ausencia, así como, planificar su uso y alcanzar el progreso. Es el pensamiento teórico el que permite concebir una organización social y política que garantice una distribución justa de esa riqueza y alcanzar el bienestar para toda la población. De la capacidad científica y tecnológica depende hoy, la solución de los problemas de alimentación, salud, vivienda, comunicación, saneamiento ambiental, electrificación.... Que el pueblo tenga acceso a estos servicios, es una manifestación de autentica democracia, porque significa que el poder, el mando recibido, se ha utilizado en su beneficio. Al contrario, cuando se estanca la búsqueda de conocimiento y su aplicación, cuando en nuestras Universidades conservamos y defendemos planes de estudio del pasado y métodos del ayer, cuando renunciamos a elaborar pensamiento social y político, se traiciona la democracia, porque la falta de solución a los problemas agudiza los conflictos y la pone en riesgo.
De esta manera, organización política y conocimiento se encuentran íntimamente ligados, porque en definitiva, tiene más posibilidades de intervenir en la realidad, quien tiene el conocimiento, por lo que, conocimiento es poder, y hoy lo es más que nunca, porque son mayores las posibilidades de intervenir en la realidad, gracias al avance indetenible de la ciencia.
Desde este punto de vista, para que exista verdadera democracia, esto es, para que el poder este en manos del pueblo, haría falta que el pueblo tenga acceso al conocimiento. Con esta idea, se han producido sucesivos movimientos, cuyo objetivo ha sido la democratización de la Universidad, sin embargo, se concibió esta, únicamente como la apertura indiscriminada de sus aulas a todos los bachilleres, sin advertir que esta sería apenas una defectuosa manera de buscar una universidad para el pueblo, olvidando que en la frase en Lincoln, la democracia es, no sólo para, sino del y por el pueblo.
Al crecer cuantitativamente las universidades, por la supresión de los exámenes de ingreso, sin que aumentaran al mismo tiempo el número de profesores científica y pedagógicamente aptos, ni los laboratorios, ni las bibliotecas, y al hacerlo, sin revisar la educación secundaria, paso previo a un buen desempeño en la Universidad, sólo multiplicamos el número de alumnos y en consecuencia el de profesionales, sin garantizar su preparación instrumental, y por supuesto, sin lograr ninguna formación científica, de manera que, no sólo se perdió la oportunidad de llevar el conocimiento científico al pueblo, sino que producimos profesionales que tampoco pueden ponerlo a su servicio.
Los efectos fueron pues, contrarios a lo que se buscaba, porque la verdadera democratización de la Universidad requeriría no sólo que el pueblo pueda ingresar a ella, sino que lo haga con la garantía de que tendrá los medios y la exigencia suficiente para alcanzar y producir conocimiento, y aun mas, requeriría que la organización de los saberes, que se transmiten, que la investigación que se programa, que la extensión que debe realizarse, se haga teniendo como centro y perspectiva las necesidades y problemas del pueblo y los avances de la ciencia que ofrecen la oportunidad de solucionarlos. En la Universidad se busca el conocimiento científico de la realidad en todos sus aspectos, la verdad que encierra la naturaleza y la verdad social. El conocimiento científico es racional, y en palabras de Francisco Miro Quesada "si el hombre decide utilizar su razón como criterio para resolver los problemas teórico-prácticos que atañen a su vida, tiene que organizar racionalmente la sociedad que es donde existen los problemas más significativos", una sociedad en la que todos los hombres puedan vivir racionalmente, es una sociedad en la que se ha eliminado la arbitrariedad y por lo tanto una sociedad justa, en la que no hay cabida para pobreza, marginación, la sumisión o la represión, en la que se entiende que todo hombre tiene derecho a la participación en los asuntos públicos y en el gobierno de su país, porque se considera que todos los ciudadanos tienen igual dignidad personal. De esta manera, conocimiento, razón y participación se enlazan como elementos que explican y configuran la verdadera democracia.
En este ámbito la Universidad tiene un papel determinado y determinante, a ella, de acuerdo a las funciones que se encuentran en su origen y que son: buscar la verdad, defender la autonomía de la ciencia y buscar sus aplicaciones y generar pensamiento que permita organizar la sociedad; le corresponde:
1. Ser instrumento fundamental en el proceso de racionalización del mundo y en consecuencia ofrecer las bases teóricas para concebir un modelo adecuado de sociedad en la que todos los ciudadanos tengan participación.
2. Encontrar la verdad científica y los instrumentos adecuados para intervenir en la realidad y lograr la realización del modelo.
3. Hacer que la organización académica, que la metodología, que la vivencia misma de la universidad tenga la suficiente fuerza formadora para preparar no sólo profesionales científicamente idóneos, sino ciudadanos responsables, educados en la participación y capaces de decidir libremente al servicio de quien ponen su capacidad de conocer y transformar la realidad.
Así, la Universidad formará hombres y mujeres que no só lo aprovechen los frutos de la civilización, sino que la enriquezcan y transformen comprendiendo sus principios y los valores fundamentales que encierra, entendiendo que todos los seres humanos tienen derecho al bienestar que el progreso de las ciencias y la tecnología genera y haciendo de la democracia, no sólo una aspiración sino más bien un estado de espíritu que los lleve a trabajar para una sociedad en la que todos los hombres puedan realizarse plenamente y ser autores y actores de su desarrollo personal, del de su sociedad y de la historia de su pueblo.
Fuente: revista "Temas de Hoy de nuestra Universidad".


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