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Diálogo Iberoamericano

Núm. 11-12 / spbre.-diciembre 1997. Pág. 19

Misión de la Universidad (Universidades Abiertas)

Gustavo Luis Carrera. Rector de la Universidad Nacional Abierta de Venezuela.

La evolución histórica y el desarrollo de teorías y de tecnologías educativas establece que es necesario crear, como resultado natural del proceso que lleva del conocimiento a la asimilación y de allí a la capacidad de producir originalidad. E la vía hacia la auténtica afirmación del nivel académico y el cumplimiento de la histórica obligación del intelecto que corresponde a la s Universidades, despojándose de una fatal colonización propia de la dependencia. Un reto a la altura de la esencia creadora de las instituciones universitarias.
En otras oportunidades hemos hecho planteamientos, tanto en Venezuela como en encuentros internacionales, con el propósito de ofrecer reflexiones acerca de realidades contundentes que problematizan la necesaria respuesta a requerimientos educativos crecientes, inaplazables y decisivos en la vida contemporánea. Por encima de las dificultades económicas y las fallas en cuanto a seguridad pública, a transporte y servicios en general -que configuran el cuadro más visible de carencias en nuestros sub-continente hispanoamericano y latinoamericano en general- sobresale la significación clave del aspecto educativo. Y ello porque la deficiencia educativa está en la base de la máxima crisis de nuestro tiempo: la falta de consolidación de principios éticos y ciudadanos, de respeto a los derechos esenciales de justicia y de libertad, de conciencia de defensa del medio ambiente natural. Y es la educación orgánica y eficiente, como parte integral de un verdadero desarrollo, la vía más sólida para la superación de esas carencia centrales. De nuevo es necesario ratificar viejos preceptos de nuestros fundadores nacionales: "sin educación no hay nación".
Y aquí encuentra lugar nuestro planteamiento afirmativo: la Universidad construye el perfil de una nación. Como fundamento educativo de alto nivel, formadora de espíritus, dispensadora de capacidades y destrezas, sembradora de duda creativa, difusora de la fe en la ciencia, de amor a las artes y a las letras, de conciencia docente, de voluntad de servicio al país, la Universidad es la siembra y el riego en una realidad que permanentemente debe ser mejorada, perfeccionada, en nombre de la justicia y de la verdad. Como superestructura del más elevado rango intelectual, la Universidad es la creadora de una conciencia nacional, la auspiciadora de una interminable reflexión que hace y rehace sistemas de pensamiento, que construye y asegura caminos para un país, para un pueblo, para sustento de los que llamamos una Nación.
Sin la Universidad no habría rostro intelectual nacional definido en el exigente nivel del pensamiento universal. Y esto debe recordarse, en particular, en momento de crisis económica y conceptual, cuando resulta más fácil oír prejuicios que buscar verdades a propósito de las Universidades en nuestro continente. Toda acción en defensa, apoyo y realce de la Universidad como sistema es una afirmación en beneficio de todos nuestros países. En momentos en que, por deformaciones y errores de los cuales no somos ajenos quienes integramos el sector universitario, las Universidades viven momentos de crisis generalizada y padecen, consecuentemente, una pérdida de imagen en el ámbito de la opinión pública, por el manejo distorsionado de la información sobre la problemática propia de una dinámica tan multiforme e inestable como es la de Universidades con crecientes necesidades y limitados recursos presupuestarios. Situación, por cierto, que incluye a universidades presenciales tradicionales y a las correspondientes al sistema de Educación a Distancia, aunque éstas, por razones orgánicas, tengan más opciones solucionales, dada su índole expansiva con mejor aprovechamiento de recursos, reflejada en la relación costo/alumno. En este tiempo difícil, insisto, toda afirmación de solidaridad esencial con la Institución Universitaria es una forma de actuar en favor de su consolidación académica y funcional. En momentos en que las Universidades parecen haberse alejado , como nunca, de la adecuación receptiva que tradicionalmente ha generado en el grupo social la sola enunciación de su nombre, es necesario trabajar por clarificar conceptos, deslindar objetivos y recuperar significaciones.
Mucho ha ayudado a deformar postulados y planteamientos la sinceridad -no exenta de equivocaciones y apresuramientos, desde luego- con la cual los gremios universitarios han luchado por un mejoramiento salarial que cada vez más el proceso inflacionario justifica a cabalidad. Pero nunca se ha pretendido restringir la problemática de las Universidades al respecto de las reivindicaciones económicas. las cuales, sea dicho de paso, nunca se ha visto que sean rechazadas, una vez logradas, por aquellos que exteriorizan con vehemencia su crítica a lo que han llegado al extremo de calificar de movimiento gremialista crematístico.
La verdad es que sería insincero desconocer la necesidad e equiparar, aunque sea relativamente, al nivel de la actividad universitaria una retribución digna de tal condición, y en ello creo que están contestes todas las partes involucradas en el caso. Como sería, igualmente, una limitación rayana en la minusvalía suponer que la crisis universitaria es un asunto de mero aumento de sueldos. Yo diría que es, apenas, el comienzo de la estructuración de una plataforma con solidez suficiente para el replanteamiento del funcionamiento contemporáneo de las Universidades, dentro de criterios de una firme y actualizadora elevación de niveles académicos, de una racional distribución del presupuesto, de una reestructuración eficiente de sistemas y de servicios, de una audaz búsqueda de fuentes de ingresos propios y, en fin, de una lógica y consciente actitud de apertura para la indispensable dinámica de Reforma Universitaria que nuestra época exige perentoriamente.


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