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Diálogo Iberoamericano

Núm. 10 / julio-agosto 1997. Pág. 40

Los Nobel iberoamericanos

Juan Ramón Jiménez

Su obra, en verso y en prosa, está considerada
cumbre de la literatura en castellano

Tira la piedra de hoy,
olvida y duerme. Si es luz,
mañana la encontrarás
ante la aurora hecha sol.

El escritor andaluz fue distinguido con el Premio Nobel en 1956, tres años antes de su muerte, ocurrida en Puerto Rico. El poeta, que dejó en su lírica la impronta de una búsqueda total de perfección, escribió en prosa poética algunos de los capítulos más reconocidos y recordados de su obra. Así, el libro "Platero y yo" y los retratos literarios "Españoles de tres mundos", destacan entre su literatura como una demostración emotiva y singularísima de sus sentimientos, una demostración a la que no son ajenos los presupuestos estéticos e ideológicos del modernismo.

Juan Vellido (Universidad de Granada). / Nació en la Nochebuena de 1881, en Moguer (Huelva), y, desde joven, se vio obligado a vivir en distintos lugares, fuera de su tierra natal. Por eso llevaba siempre en el bolsillo, como un talismán, una piedra recogida en su ciudad natal. Juan Ramón Jiménez publicó por primera vez a los 16 años, cuando aún era estudiante de los jesuitas. El mayor poeta de lengua española del siglo XX, merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1956, iniciaba pronto una carrera en la que la inspiración: el modernismo, estaba abanderada en el nicaragüense Rubén Darío. La batalla contra el romanticismo e incluso contra los costumbristas, acababa de librarse. Y en ese frente, a sus 18 años, estaba Juan Ramón Jiménez.
Desde la inspiración modernista de sus primeras obras, hasta la expresión sobria y limpia de sus últimas creaciones, queda una mediática construcción literaria en la que abunda el verso rítmico y lleno de colorido. A Juan Ramón Jiménez, atribulado por la búsqueda de la belleza, le sobraban, una vez superada la sugestión modernista, todos los elementos de la arquitectura modernista: esa decoración abrumadora y, a veces, inútil, con la que el poeta del modernismo pretende embrujar y embrujarse.

La perfección estética
Por eso, desde sus "Arias tristes" o "Jardines lejanos", de principios del siglo XX, hasta "La estación total" o "Animal de fondo" de mediados de siglo, hay un abismo estético y quizá también humanístico. Para Juan Ramón Jiménez, la perfección de un estilo en el que se desprende de toda ornamentación literaria, es ya la justificación misma de su poesía. "Eternidades", "Piedra y cielo", "Belleza", suponen un alegato a su mundo interior, aunque desprovisto de la imaginería decorativa de sus primeros libros.

Las palomas
Alrededor de la copa
del árbol alto
mis sueños están volando.
Son palomas coronadas
de uces únicas,
que al volar derraman música.
¡Cómo entran, cómo salen
del árbol sólo!
¡Cómo me enredan en oro!

La noche
El dormir es como un puente
que va del hoy al mañana.
Por debajo, como un sueño,
pasa el agua, pasa el alma.

La estética como única ambición, la perfección estilística como único estímulo, conforman, pues, la obra más densa y definitiva de Juan Ramón Jiménez. El autor de "Diario de un poeta recién casado" elude la fácil estructura poética, el liviano verso, y se asigna, en cada poema, una meta en la que la recompensa no es sino el placer de lo exquisito. Pero, a veces, la humildad exige una estricta disciplina: "La perfección, en arte, es la espontaneidad, la sencillez del espíritu cultivado", decía el poeta de Moguer que llegó a la cima de una poesía intelectual como resultado de su camino hacia la búsqueda de la belleza.

La prosa
Con sus obras en prosa, Juan Ramón Jiménez demostró que tenía mucho que decir. Para él, ejercitado y disciplinado poeta, la prosa era una práctica delicada y de especial dificultad. Era habitual en él, la cita de Goethe en la que reclamaba el discurso argumental de la prosa. Se refería Juan Ramón Jiménez a los poetas modernos cuando escribía: "Notamos que casi ninguno de ellos había escrito nada en buena prosa. La cosa es muy sencilla -dijo Goethe-. Para escribir en prosa hay que tener algo que decir. Pero puede no tenerse nada que decir y hacer versos y rimas, porque en ellos una palabra arrastra otra, y al cabo resulta una cosa que ciertamente no es nada, pero tiene apariencia de ser algo".
En "Elejías andaluzas" o "Historias y cuentos", se conforma el estilo lírico e íntimo de la prosa de Juan Ramón Jiménez, una prosa poética en la que, como en "Platero y yo", predomina la emoción y el estilo musical aún encadenados a la etapa modernista. También escribió retratos literarios ("Españoles de tres mundos", "El modernismo"), en los que deja ver su singular reflexión acerca de un mundo ante el que Juan Ramón se muestra escéptico y nostálgico.

La diáspora
Escritor de la diáspora, Juan Ramón Jiménez se trasladó en 1936 a Puerto Rico y más tarde a Cuba. Finalmente se establecería en Puerto Rico en 1951. Toda su obra pende del hilo de la diáspora, esa transhumancia que ha hecho de escritores como el Nobel de Moguer, personajes tan sensibles a su entorno, tan evocadores de su patria chica, que su obra se ve irrenunciablemente impregnada de nostalgia.
Alguno de sus biógrafos está convencido de que, salvo el romanticismo sentimental e impresionista de sus primeras obras (Arias tristes, 1903), toda su segunda etapa esconde -tras la apariencia de una obra hermética, en busca de la expresión precisa-, un impenetrable discurso de desarraigo.


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