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Diálogo Iberoamericano

Núm. 9 / mayo-junio 1997. Páginas 19 a 22

Transformación de las identidades bajo el terror en América Latina

La Sede Iberoamericana de la Universidad Internacional de Andalucía acogió el pasado año el curso "Transformaciones de las identidades bajo el terror en América Latina", dirigido por el antropólogo social Alejandro Isla (Universidad Nacional de Quilmes). "Diálogo Iberoamericano" recoge aquí un resumen de la temática del curso, elaborado por el propio director.

Alejandro Isla (Universidad Nacional de Quilmes, Argentina) . / En términos generales el curso planteó una reflexión sobre los efectos de la violencia en América Latina, las consecuencias del terrorismo de estado en los años pasados y cómo este tipo de violencia transforma la memoria de las sociedades, sus identidades sociales y políticas.
La novedad del enfoque se centró en analizar cómo la violencia del Terrorismo de Estado se basa en una violencia incorporada en la cultura política y en la violencia social cotidiana.
Se hizo especial hincapié en analizar las situaciones vividas en los países del Cono Sur, especialmente Argentina y Uruguay, además de profundizar en la realidad de otros países como Perú, Colombia y Guatemala.

Argentina

El caso de Argentina fue tratado en primer lugar por el antropólogo, especialista en cultura política, Alejandro Isla.
El 24 de marzo de 1996 se conmemoró en Argentina el golpe militar que hace dos décadas, inauguró en este país una de las dictaduras más genocidas de América Latina, denominada por sus responsables directos como Proceso de Reorganización Nacional.
Durante la conmemoración se realizaron una serie de marchas y actos multitudinarios en plazas céntricas de las capitales de provincias argentinas. La mayor tuvo lugar en la Plaza de Mayo en Buenos Aires, donde se congregaron más de 100.000 personas bajo el lema "Nunca Más", con la esperanza de que no vuelvan a repetirse informes como el escrito a fines de los 80 sobre la suerte corrida por los "desaparecidos" en los campos de concentración clandestinos creados por las fuerzas armadas.
A través de estos actos se mostró un pueblo unido, con nuevas solidaridades sociales basadas en los derechos humanos. Esto es muy significativo en un país donde la fragmentación social es muy fuerte.
¿Qué había sucedido? ¿cómo de la indiferencia como posición predominante se podía pasar a una manifestación de memoria y repudio tan masiva? Una de las respuestas que encontró el primer expositor, fueron las declaraciones de extorturadores que conmovieron al país, durante el primer semestre de 1995.
El capitán de navío Scilingo conmocionó a la opinión pública cuando por canales de televisión y en diversas entrevistas periodísticas relató como se eliminaron a cientos de "desaparecidos" en la Escuela Mecánica de la Armada (la tristemente célebre ESMA) cuando se inyectaba a los detenidos un calmante, se los subía a aviones de la Armada para luego ser arrojados al océano Atlántico o al Río de la Plata.
Hasta este momento los acusados siempre negaron sus responsabilidades directas, escudándose en "la obediencia debida". Scilingo fue el primero que asumió responsabilidades, comprometiendo a numerosos camaradas y superiores en las eliminaciones, torturas y secuestros de numerosas personas.
Se produjo un efecto dominó y otros oficiales y suboficiales se explayaron frente a las cámaras de televisión, contando pormenores de las atrocidades cometidas.
El gobierno militar ese año creó un decreto de "olvido y autoamnistía poniendo una barrera jurídica para todo reclamo por las "desapariciones" y demás violaciones de los derechos humanos, que el gobierno calificó de "excesos".
La democracia instaurada en el 83 hizo posibles formas de impunidad que recreaban el clima de terror de los años de dictadura. Los extorturadores podían realizar las declaraciones más truculentas pero eran protegidos por leyes parlamentarias que se denominaron "ley de punto final", "ley de obediencia debida", y el decreto de amnistía para los pocos que fueron juzgados, condenados y encarcelados.
En relación a "terror" se propuso para su discusión la definición inédita de la antropóloga norteamericana Julie Taylor que lo señala como "...la completa ausencia de normatividad". En sociedades donde impera la impunidad, donde se convive con asesinos y torturadores avalados por leyes parlamentarias -como en la Argentina de nuestros días- el terror aflora inesperadamente, y tiene una función.
Su función, en la dictadura del 76 fue la implantación del primer modelo "neoliberal" en ese país bajo la conducción del Ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz, quien introdujo las primeras medidas que luego se retomarían con vehemencia en el actual gobierno de Menem. Represión masiva, inflación mensual de 3 dígitos, congelamiento de los salarios, desarticulación de los sindicatos obreros, desindustrialización por una apertura indiscriminada del mercado externo, concentración económica con extendidos quebrantos de empresas medianas y pequeñas, crecimiento explosivo de la deuda externa, son algunas de las medidas más importantes tomadas, bajo y gracias a un régimen de terror. No se debe olvidar que en los 7 años de dictadura se mantuvieron 3 guerras: contra la "subversión", contra Chile (que durante 1 año y medio se mantuvo en vilo a la población con simulacros de guerra y movilización militar y civil) que por segundos no se desató y contra Gran Bretaña, la llamada "Guerra de Malvinas". Más allá de la irracionalidad de estas "guerras", cumplieron el objetivo de mantener vivo el terror y la movilización militar del conjunto de la sociedad.
En la primera clase se afirmó que frente a la impunidad predominan posiciones de olvido, o indiferencia (para sobrellevarla), o lo que se denominó "memoria encapsulada" que practican algunos pequeños (pero muy activos) grupos políticos o de derechos humanos, que rescatan sin crítica las prácticas de los 70.
Frente a esta "memoria encapsulada" el director propuso para el debate la necesidad de una memoria reflexiva, pero que hasta el presente tiene poco espacio.

Uruguay

La exposición inicial de Alberto Quevedo, sociólogo uruguayo especializado en ciencias políticas, a cargo del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Buenos Aires, se centró en las diferentes tradiciones de "derechos humanos y ciudadanos" de Uruguay y Argentina, ilustrando su exposición con diferentes tradiciones democráticas en ambos países.
A diferencia de Argentina el gobierno uruguayo declaró la "guerra interna" en 1971 a propósito del gobierno de Pacheco Areco; era un reconocimiento explícito de los contrincantes del Estado, que en aquel país fueron predominantemente los Tupamaros. El Estado intenta mantener la legalidad de la represión, a diferencia del caso argentino, en donde la represión es negada por el discurso oficial; luego, toda la represión se convierte en ilegal, incluso bajo un régimen de dictadura. Por ejemplo los "campos de exterminio" nunca fueron reconocidos por el gobierno.
También se puede vincular la instauración de la dictadura uruguaya con los primeros intentos neoliberales, que produjeron una emigración impresionante: más de 200.0000 de ciudadanos.
Este exilio masivo fue producto de la represión, de la carencia de trabajo, pero también en buena parte de un control milimétrico que comenzó a ejercer el gobierno de la dictadura sobre los ciudadanos. Todos estos fueron clasificados en 3 categorías: A, B y C. Los A estaban habilitados para ejercer cargos públicos y podían incluso aspirar a ser militares. Los B era una categoría ambigua que si lo disponía el jerarca podía pasar a A o más corrientemente a C: estos decididamente eran "sospechosos", y a muchos se les advertía telefónicamente que era mejor que salieran del país; estaban inhabilitados por supuesto, para ejercer cargos públicos.
Este método de "exilio recomendado" cumplía una doble función; por un lado disminuía la presión sobre el mercado de trabajo local que se reducía año a año; pero además aliviaba los presupuestos públicos carcelarios. Aquí también fueron innovadores: a los pocos años de instaurada la dictadura, se ejerció a las familias que mantuvieran a sus familiares detenidos, mediante el pago de una dieta mensual: "las expensas carcelarias".
En los años finales de la dictadura, se quiso reformular la constitución nacional, intentado imponer en la misma, cláusulas represivas que legitimaran la presencia e intervención de las fuerzas armadas. Trataron de encontrar la legitimidad en un plebiscito que supusieron que les sería favorable. Los resultados, sin embargo fueron adversos: el 58% de la población voto por el NO a la reforma de la Constitución y esto precipitó el retorno de un sistema democrático.
Este exigió varios acuerdos y negociaciones que permitieron observar claramente la presencia de 3 actores: Las Fuerzas Armadas, los partidos políticos y la sociedad. Esta tuvo una presencia fuerte en relación a los plebiscitos, pero se expresó en organizaciones intermedias, altamente institucionalizadas. Durante la dictadura se había recluido en "sociedades mutualistas". No se debe olvidar que la sociedad uruguaya está compuesta fuertemente por empleados públicos, y entonces de sectores medios, con una tradición "liberal" que arranca a principios del XX.

Las juntas militares argentinas y los desaparecidos

La segunda intervención de Alberto Quevedo se centró en el análisis de los procedimientos legales que intentaron cerrar el horrible pasado que la dictadura argentina dejaba tras de sí, para ofrecer otra "historia oficial" de la que habían dejado los militares, u otra "memoria colectiva".
Esto se logró en gran parte en el discurso de la campaña electoral de Alfonsín, basada en los "derechos humanos". Trataba de instalar reglas societales, frente al legado de la dictadura, de una sociedad atemorizada, quebrada, fracturada. Alfonsín recorrió el país con la consigna "votar por él, era votar por la vida"; había que reestablecer "la paz" como garantía de la democracia; y que esa paz, debía constituir un punto de "no retorno...". En cada lugar que visitó en su maratónica campaña, iniciaba o terminaba su alocución rezando la introducción de la constitución nacional, que debía reestablecerse, después de la noche obscura militar. Era una oración laica que tuvo efectos poderosos en los diferentes sectores de la sociedad Argentina. La democracia se abrió a diferencia de Chile con una población esperanzada.
Esto significó una estrategia política de ingreso a la democracia, cuya principal idea era poner un FIN definitivo a la dictadura. Se dispone desde el gobierno el juicio a las 3 Juntas Militares que habían gobernado desde 1976 a 1983. El alfonsinismo advirtió que había que dar una versión particular de la guerra, inventando una teoría que se denominó "de los dos demonios": uno fue el terrorismo de estado, mediante las fuerzas armadas, y el otro la guerrilla. La sociedad había quedado en el medio, expectante, neutral, sufriendo, en todas las posiciones imaginables.
Obviamente era una enorme simplificación puesto que civiles habían apoyado al golpe. Incluso claros dirigentes que hasta hoy mantienen un discurso democrático abigarrado. Es interesante señalar que no hubo juicios de responsabilidades a civiles, cuando estos tuvieron una actuación destacada. Pero el tema de los "desaparecidos" requirió que la sociedad se fuera sacando ciertos temores para que se le considerara importante.
La lucha cultural por el sentido de aquellos años es algo que se mantiene hasta nuestros días. Contemporáneo a aquellos años de despertar de la esperanza se inauguró lo que denominó un "show del horror" llevado adelante por la prensa amarilla; esto también fue parte de la estrategia de clausura de los militares que realizaron un video que se denominó "Operativo dignidad" donde mostraban su versión de la "guerra sucia" y se mostraban como propiciadores de la democracia al haber derrotado a la "subversión marxista internacional".
La democracia restaurada inició su tratamiento de los hechos con dos medidas: el juicio a las juntas militares y la conformación de una Comisión Nacional de Personas Desaparecidas presidida por el escritor Ernesto Sábato. El resultado de esto fue la publicación en forma de libro del "Nunca Más". Quevedo señaló que en el Juicio afloró la verdad con el formato particular de un juicio. Pero hubo dos juicios: uno jurídico y uno cultural, por el conjunto de la sociedad, en donde se logró quebrar el relato de la guerra. No había existido una guerra contra la subversión, sino que esta había sido desarticulada ya a los fines del 75 antes del golpe, pero que había quedado como motivo, para una represión más amplia que hizo posible la destrucción del "estado de bienestar", herencia del primer peronismo.
La comparación de los países en el Cono Sur resulta muy interesante y aleccionadora si vemos que hasta el presente sus efectos continúan. En Argentina hubo una verdad y algo de justicia: la verdad de las víctimas, y a pesar del "Indulto" debemos saber que este tacha, pero no borra. En Chile hay verdad y no hubo justicia; y en Uruguay, no hubo verdad, ni hubo justicia; a partir de que la sociedad, como actor decidió en un plebiscito clausurar el tema del juicio a las violaciones de los derechos humanos, ante el temor de un regreso al pasado, como amenazaron y amenazan los militares.
Son democracias vigiladas, controladas por sombras ominosas que recuerdan, cuando asoman, el pasado de terror.

Terrorismo de estado

La psicoanalista Mirta Clara expuso su clase en relación a los efectos del terrorismo de estado. Pero aclarando inicialmente que se trataba de que las responsabilidades políticas e ideológicas de la generación de los 70 en el desarrollo de la violencia, debía contextuarse en el período histórico precedente, pues lo que pasaba en Argentina con gran frecuencia se podría denominar como "la inversión de la culpa", es decir, aquellas víctimas del terrorismo de estado que aparecieron como culpables de haber provocado semejante represión. Cuando parientes o las madres de "desaparecidos" comenzaron a reclamar a sus hijos, se encontraron con un discurso muy coherente sobre su propia responsabilidad por haberlos educado "de ese modo", de forma que salieron subversivos. Se necesitaba un culpable.
Mirta Clara señaló que el terror se vive a través de "escenas encarnadas"; entonces es más perceptivo que racional; las escenas encarnadas lo relacionan a sentimientos, a escuchar determinados sonidos, a olores particulares que inmediatamente remiten la memoria de la víctima a situaciones de vivencias brutales que sufrió en su propio cuerpo o en el de familiares cercanos, amigos. Se debe tener en cuenta que es muy difícil clausurar en las víctimas estas "escenas encarnadas"; se deben hacer tratamientos que apunten a que la victima-paciente, conviva con ellas por el resto de sus días.
Pero uno de los elementos más fuertes, con el que especularon los militares fue la no entrega de los cuerpos de las víctimas a sus familiares. Esto impide un duelo normal, generando situaciones de extrema angustia. El drama no se puede concluir; en Argentina quedan familiares que aun esperan de alguna forma, que sus "desaparecidos" de más 20 años de antigüedad, un día aparezcan. La conferenciante presentó el caso de un hijo de "desaparecido" que soñaba a su padre, recreando su imagen a partir de una fotografía; tuvo la suerte de descubrir los restos de su padre en un fosa común y cuando lo pudo enterrar, relataba que había logrado dejar de soñarlo, y entonces recordar sin angustias. Esto lo remitió al drama clásico de Antígona.
Después de analizar muchos casos de familiares de "desaparecidos" que entrevistó o que tuvo como pacientes, la psicoanalista presentó una tipología de posiciones. La posición de "alienación", que es parecida al conjunto o a sectores mayoritarios de la sociedad Argentina, en el sentido de desconocer el problema de los desaparecidos; las situaciones de "demolición" que afectan a los familiares que se han culpado por sus "desaparecidos" y que por fin cayeron en el lugar del "algo habremos hecho". En estos casos se percibe una situación de abandono físico y psíquico. Y por fin la posición de "combate" que enmarca las posiciones de lucha por la justicia, el conocimiento de la suerte sufrida por el familiar, de la entrega de su cuerpo. Es un combate por la verdad y la justicia. En este grupo de casos destaca la trayectoria de lucha por su hijo de Graciela Fernández Mejide, quien actualmente ha sido elegida como primera constituyente por el Frente Grande que obtuvo la primera mayoría, para formular la constitución de la Capital Federal Argentina.

Perú y Sendero Luminoso

La antropóloga social Penélope Harvey del Departamento de Antropología de la Universidad de Manchester (Gran Bretaña), trató el tema "Violencia en la Sierra peruana: rituales étnicos y conflictos políticos". Para ello se situó en su propio trabajo de campo en el pueblo quichua de Ocongate cercano a la ciudad de Cusco.
Comenzó definiendo identidad, como un proceso dinámico de identificación colectiva, sujeto a la historia y a transformaciones. De aquí que no se puedan tomar esencias para definir "identidades". Este punto es muy importante para observar cómo a veces pobladores quichuas se definen dentro del estado y al mismo tiempo como comuneros serranos; además estas dos amplias identificaciones están sujetas a cambios permanentes en relación a los posicionamientos y matices que ellos introducen. Luego uno debe preguntarse cuáles son las estrategias retóricas que permiten estos posicionamientos, partiendo de la existencia de violencia en la cultura hegemónica nacional, en el modo de tratar las diferencias étnicas y especialmente al indio.
¿Qué se entiende por violencia? fue otra de las preguntas centrales de Harvey. Hechos considerados desde una mentalidad occidental como violentos pueden no serlo para otras culturas. La violencia cotidiana a veces puede ser vista desde la propia cultura y sociedad que se está analizando, como productiva y reproductiva de lo social. Estas preguntas teóricas dejaban planteada la posibilidad de que hubiera diferentes violencias, algunas positivas y otras negativas.
Por este motivo, en primer lugar inició un análisis de las relaciones sociales en la Sierra Peruana, mostrando cómo los gamonales (hacendados de la sierra) ejercen sobre los comuneros una permanente violencia para privarlos de sus pertenencias y para crear redes clientelares. Pero en este caso no roban para enriquecerse, pues la mayoría de las veces los robos son insignificantes, sino para demostrar su "habilidad de abusar" y ganar clientes, o reafirmar los lazos que ya tienen con ellos. Ellos deben demostrar ser arbitrarios en el uso del poder, para seguir ejerciéndolo en la zona. Diríamos entonces que la arbitrariedad es lo que caracteriza el ejercicio y el tipo de poder en la Sierra. De allí que este hecho percibido por dominadores y dominados como parte de la cultura local, explica el porqué los gamonales, que saben quichua desde su nacimiento, manejan estos códigos de dominación.
Pero dentro del mundo estrictamente quichua campesino se encuentran formas de violencia en la vida cotidiana, por ejemplo entre géneros. Es frecuente que el hombre le pegue a su mujer, y ellas hablan de su sufrimiento; pero también hay ciertos equilibrios cuando las mujeres normalmente devuelven las palizas. Hay diferencias fuertes entre los géneros, pero también mecanismos de equilibrio.
Podemos encontrar violencia en las diferentes etapas del ciclo de vida; en la niñez se castiga a los chicos, pero ello culturalmente siempre se definirá como "bueno", y además recordado como "bueno" cuando jóvenes u hombres maduros recuerdan su niñez. Esto se vincula con la noción de "respeto", que se debe inculcar en relación a parientes y afines mayores; pues si esta definición falta, pueden "no llegar a ser humanos". Analizó estas situaciones en la adolescencia en el período de elección de pareja y matrimonio, mediante el "robo de la novia"; las peleas con el cuñado. Demostrando que la violencia física está ligada a las conformación de redes parentales como el robo para producir matrimonios. De ello se desprende que esta es una violencia productiva en las relaciones sociales.
Las batallas rituales que en quichua y aymara se denominan "tink'us" son una especie de combate colectivo entre dos fracciones de cada ayllu, pueblo indio o comunidad, que se reúnen en una enorme extensión entre dos cerros y mientras toman y bailan, los hombres se incorporan a una cancha y combaten con sus hondas y piedras. Algunos quedan gravemente heridos en medio de una borrachera generalizada. Estos rituales propician las cosechas pues se hacen en el mes de febrero, cuando los cultivos están creciendo y es necesaria la lluvia y evitar el granizo. A 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar los riesgos de pérdidas de cosechas son altísimos.
Todo esto sirvió para contextualizar la discusión sobre Sendero Luminoso. Sus miembros habían interpretado que "naturalmente los andinos eran violentos" y esto llevó a que reinterpretan su violencia, a partir de los intereses particulares de Sendero. Aquella violencia productiva y reproductiva de las relaciones sociales fue resignificada por Sendero, de manera completamente artificial, intentando impedir los rituales tradicionales e incluso las ferias y mercados andinos.
La respuesta represiva de las fuerzas armadas fue brutal sobre las comunidades y ayllus, generándose distorsiones muy fuertes en las que habían sido las tradicionales relaciones de dominación y violencia en la Sierra. Los indígenas quedaron entre un fuego cruzado: Sendero y los aparatos de represión, imposibilitados de construir su propio lugar. Harvey ejemplificó esta situación con el conocido asesinato de periodistas, en donde Sendero y el Ejército se cruzaron acusaciones sobre la autoría del hecho, involucrando también a los campesinos en ello.
Sendero eliminaba públicamente a los gamonales, pero sus acciones eran leídas por los quichuas de la misma forma. Para conformar su poder local, ejercían la arbitrariedad como método. De alguna forma reemplazan formas que, aunque de dominación, les habían permitido a los campesinos acceder clientelísticamente a algunos recursos del estado, de ferias y mercados.

Colombia y el narcotráfico

Por fin la antropóloga María Elvira Escobar de la Universidad Nacional de Caldas, Manizales (Colombia), se refirió al tema de la violencia en su país, pero señalando al "terror como un aspecto secundario de la crisis de destrucción de la sociedad colombiana". Sin embargo la violencia es parte constitutiva de la cultura cotidiana: desde 1980 hasta la fecha han muerto 200.000 personas y los grupos violentos se han multiplicado hasta límites impredecibles. En 1990 de los cinco candidatos a la presidencia de la república, 3 fueron asesinados.
La violencia presenta diferentes escenarios: entonces se plantea con quién se debe hacer la paz. Los grupos guerrilleros se han multiplicado, alguno de ellos han vuelto al bandolerismo y hay diferentes grupos de paramilitares que participan en la "industria del secuestro". Por otra parte, está el narcotráfico en sus diferentes variantes con sus ejércitos privados; las fuerzas armadas del estado, y grupos de mercenarios que trabajan para empresarios y latifundistas, como cuerpos de custodia o defensa. A esto además, se suma la violencia de la delincuencia común y de nuevas ocupaciones, que como la de sicarios (asesinos por encargo) ocupan franjas de diferente edad y condición socioeconómica. Esto de hecho produce una enorme diseminación de la violencia y la convivencia con el terror cotidianamente. El estado nacional, carece de legitimidad y obviamente no puede monopolizar el uso legítimo de la violencia física, según la conocida definición weberiana.
Hay así distintas identidades en relación al ejercicio de la violencia, y distintos propósitos que difícilmente se pueden clasificar en las categorías de "común" y "política"
Escobar advirtió que se han intentado varias explicaciones y buscado causas en el tipo de familia o en la cultura de los colombianos, pero lo que se ha indagado escasamente ha sido los lazos de dependencia externos, la dominación que se ejerce sobre el país y las diversas ingerencias externas; desde EE.UU a través de la DEA y de la preparación de oficiales de las FA, hasta en otros tiempos de la ex-URSS que financiaba fuertemente a algunas guerrillas.
Otro factor importante que destacó la expositora fue el concepto de democracia que se está utilizando. Prácticamente en Colombia se instauró un pacto político de "alternancia" entre dos partidos, que ha gobernado la escena hasta nuestros días impidiendo expresiones alternativas. Todo ello con el lenguaje de la democracia. Esto es muy importante en la distorsión del concepto y de las prácticas de democracia: los grandilocuentes discursos que la afirman, ponderan, y denominan, en realidad, prácticas y juegos políticos que no coinciden con aquellos y que en realidad contradicen los discursos.


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