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Diálogo Iberoamericano

Núm. 9 / mayo-junio 1997. Pág. 16

La agenda pública: escenario invadido por los medios de comunicación

Después de la guerra de Vietnam y de Watergate se pone menos en duda el rol protagónico de la comunicación. En ambas situaciones, la prensa terminó por develar la parte oculta de la trama y evidenció que muchas políticas y planes se derrumban al ser expuestos a la reveladora luz del día. Pero no se trata sólo de la información que minuto a minuto salpica la vida de los ciudadanos, también hay que ubicar en su justa dimensión a la red de interrelaciones que termina configurando la agenda pública, de quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones.

Orlando Villalobos (Universidad del Zulia). Una de las misiones fundamentales de los medios de comunicación es la de orientar a la opinión pública, proponiendo temas, mostrando tendencias, evidenciando divergencias y diferencias, y, en ciertos casos, estimulando salidas y alternativas.
Este rol, de permitir que aparezcan distintas opciones y de facilitar el encuentro de posiciones comunes, es asumido cada vez con más decisión por los medios masivos. En raras ocasiones se les regatea esta condición, de centro neurálgico del debate, o de "cuarto poder", como se les denomina comúnmente.
Sin embargo, poco se dice del papel que juegan en la conformación de la agenda pública, ni de la presión que ejercen en la definición de los problemas en los cuales se concentra la atención de los centros con capacidad para decidir.
En efecto, en la definición de la agenda intervienen de manera muy particular los medios de comunicación social dada su abrumadora presencia en la vida cotidiana, de lo cual se desprende la consideración, cada vez más generalizada, de que las informaciones que el público valora como más importantes son aquellas que reciben especial atención en dichos medios.
Esta constatación permite puntualizar que la información que circula masivamente, moldea el comportamiento y las opiniones del ciudadano en la cultura, la política, la economía, la estética y en otros ámbitos. De manera que, en vísperas del tercer milenio, el público -el ciudadano en términos corrientes- se preocupa por los asuntos más cercanos a sus intereses: ganarse la vida, mantener la familia, conservar a los amigos, en esto probablemente no haya mucha variación en el tiempo, pero ahora, también, hace seguimiento y opina sobre la decisión de un ministerio, sobre el déficit presupuestario, la guerra en el Golfo Pérsico, los resultados de una serie deportiva y las guerras intestinas en América Latina.
Para participar de estos últimos asuntos distantes, "tiene que depender de la información y los análisis que otros le dan: en los tiempos actuales, de la información y de los análisis que le suministran los medios masivos" (Iyengar y Kinder, 1993: 10). Esta dependencia otorga a los medios una enorme capacidad para incidir, influir y determinar la agenda pública.
Iyengar y Kinder (1993: 34-59) realizaron cuatro experimentos para medir la influencia de la televisión en la organización en la agenda, y constataron que "al dedicar atención a algunos temas ignorando otros, las noticias televisadas modelan las prioridades políticas del público estadounidense". Según estos autores, el grado en el cual el público o receptor sea susceptible de absorber el punto de vista massmediático va a depender de varios factores: el grado educativo, la independencia política o convicción partidista, los intereses de cada persona, entre otros. Por ejemplo, la persona educada es atenta y conocedora, y eso la distingue de otra con bajo nivel educativo.
En estas consideraciones, conviene puntualizar que si bien la influencia de los medios de comunicación en la estructuración de la agenda es decisiva y marcada, también intervienen otros factores que definen la relevancia pública de los problemas. Se entiende que los medios actúan en un determinado contexto, que multiplica sus posibilidades. Lo otro sería sobrevalorarlos y concederles un "efecto mágico". Sin embargo, no puede soslayarse que en muchas ocasiones inflan el dramatismo que rodea a una situación, copiando y utilizando técnicas cinematográficas.
Esta salvedad permite situarnos a prudente distancia de la ingenua creencia que habla de unos medios de comunicación todopoderosos. No está demás citar las relativizadoras conclusiones de sus investigaciones expuestas por Lazarsfeld y Robert Merton (en Mass Comunication, Popular Taste and Organized Social Action, Bryson, 1948), señaladas por Otero (1996), según las cuales el rol social de los medios de comunicación masivos ha sido comúnmente sobreestimado, por la generalización abusiva e imprudente de la observación de experiencias en el campo publicitario y propagandístico. Los investigadores estadounidenses concluyeron que la influencias derivadas de la propaganda y de la publicidad están relacionadas con situaciones psicológicas simples que no son comparables, por ejemplo, con la elección de un presidente o con opciones éticas o religiosas.
El status de problema público
Subirats (1989: 54) refiere un conjunto de circunstancias que contribuyen a establecer las prioridades y a otorgar el status de "problema público" y, por lo tanto, a configurar la agenda. Entre ellas menciona las siguientes:
* Cuando el tema o cuestión ha alcanzado proporciones de "crisis"y no puede continuar siendo ignorado.
* Cuando ha adquirido características peculiares o significativas que lo diferencian de una problemática más general.
* Cuando un tema va adquiriendo importancia global.
* Temas que desencadenan cuestiones relacionadas con "legitimidad" o "poder" y que, por tanto, afectan el núcleo sensible del poder, arrastrando una gran carga simbólica.
Una vez identificado el proceso de configuración de la agenda es necesario anotar que este es un asunto de primera importancia dentro del proceso de formación y/o generación de políticas. En la perspectiva de Alvarez Díaz "la formación de la agenda y la definición y estructuración del problema, condicionan las fases siguientes en la medida en que, al aceptarse ciertos temas y sólo esos, y definirse el problema de un modo entre los muchos posibles, se determina cuáles son las soluciones alternativas que se deben considerar", dice Alvarez Díaz (1994: 11). Desde esta óptica, la formación de la agenda es un punto crítico del proceso de formación de políticas.
La influencia de los medios universitarios
¿Hasta qué punto en la universidad también es cierto que sus medios contribuyen en la organización de la agenda? ¿Es deseable que esto ocurra? Comenzando por esta última interrogante, lo deseable y recomendable es que los medios universitarios hagan sentir su peso y dejen traslucir su presencia e influencia, y no dejen la tarea en otras manos.
Pero, el asunto no es sencillo, porque para promover una agenda de discusión resulta indispensable sopesar y evaluar los problemas, enfilar los contenidos en esa dirección, ser persistentes en los temas y en no pocas circunstancias "nadar contra la corriente".
Para lograr este cometido, tendría que extenderse una concepción que privilegie el esfuerzo comunicacional y entienda que la comunicación, como cualquier otra área de la vida universitaria, requiere de una efectiva planificación. Es un hecho cierto que los medios universitarios contribuyen a conformar la agenda de la institución. Pero, dicha incidencia es baja, está por debajo de las posibilidades reales. Ese es el punto crítico y si quiere polémico.
Una revisión del periódico "La Universidad del Zulia", durante el primer semestre de 1996, deja como resultado la comprobación de que el tema electoral recibió un tratamiento destacado y estuvo, en consecuencia, en la agenda universitaria. Eso estaba sustentado en el dato de que entre mayo y julio se elegirían los representantes estudiantiles ante los organismos de cogobierno (Consejo Universitario, consejos de facultades y escuelas) y los directivos estudiantiles ante los centros de estudiantes y la Federación de Centros Universitarios; las autoridades universitarias, los decanos,y los representantes de los profesores ante el Consejo Universitario. Como puede observarse era un tema muy evidente. En otros momentos, otros tópicos -el presupuesto, el cupo, conflictos gremiales- también han recibido un tratamiento protagónico de parte de los medios universitarios. El problema es que eso no ocurre siempre, ni con la intensidad recomendada.
Queda planteado, en consecuencia, el reto de dar un salto en la cantidad y en la calidad de la comunicación universitaria, para lo cual luce recomendable comenzar por elevar la dosis de comprensión del valor de la comunicación en una organización y con mayor razón en una institución educativa, como es el caso de la Universidad del Zulia.
--Referencias--
ÁLVAREZ DÍAZ, Angel. 1994. Reforma de las Instituciones de Gobierno, Propuestas para la Modernización del Poder Ejecutivo. Copre, Caracas, Venezuela.
OTERO, Edison. 1996. Paúl Lazarsfeld y los Inicios de la Investigación en Comunicación Política. Excerpta. No 2, abril de 1996.
IYENGAR, Shanto y KINDER, Donald. 1993. Televisión y Opinión Pública. Gernika, México.
SUBIRATS, Joan. 1989. Análisis de Políticas Públicas y Eficacia de la Administración.Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid.


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