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* Los suelos, recurso para conocer la historia natural de Teotihuacán
* El azúcar y una tradición con sabor a ciencia (II)

Los suelos, recurso para conocer la historia natural de Teotihuacán

Erick Betanzos N. (Universidad Nacional Autónoma de México)/ A 50 kilómetros al norte de la ciudad de México se desarrolló la cultura teotihuacana, cuya influencia se extendió a sitios tan apartados como Guatemala y el actual estado de Sinaloa.
Cuando los primeros grupos arribaron al Valle de Teotihuacán entre los años 600 y 700 antes de nuestra era, explica el historiador Román Piña Chan en su libro "Mesoamérica", existía un gran lago que, junto con el Río de San Juan, formaba un sistema lacustre con vegetación ribereña, aves, peces y otros animales. A esto se debe que los teotihuacanos dejaran, en cerámica y pintura, numerosas representaciones de la fauna y flora del lugar. Sin embargo, las causas que propiciaron el abandono de la espléndida ciudad de Teotihuacan, es una de las interrogantes a la que aún no ha logrado dar respuesta la ciencia.
La M. en C. Magdalena Meza Sánchez, investigadora del Instituto de Geografía y catedrática de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, realiza estudios de suelos en el Valle de Teotihuacán para conocer las condiciones ambientales durante el apogeo de esta cultura, los cuales contribuirán a descartar o afirmar teorías sobre su desarrollo y decadencia.
Teotihuacán sucumbió entre los años 650 y 700 de nuestra era y, según exploraciones arqueológicas, podría haber sido incendiada o abandonada tras ser saqueada y quemada por grupos invasores. Otro factor de su decadencia, de acuerdo con los estudios de la M. en C. Meza Sánchez, sería la drástica disminución del caudal del Río de San Juan a causa de movimientos tectónicos o volcánicos, situación que, aunada a las bajas precipitaciones pluviales, agudizó la escasez de agua.
Con análisis de suelos y sedimentos, la investigadora ha comprobado que, contrario a lo supuesto por algunos especialistas, las lluvias no eran muy frecuentes y los bosques no tan exuberantes; incluso, había épocas de sequía. En los lugares altos del Valle de Teotihuacán predominaba un clima frío y seco, con precipitaciones de 600 milímetros anuales, cantidad inferior a la que presentan regiones húmedas. Las partes bajas, por su parte, tenían mayor humedad debido a la presencia del Río de San Juan.
En las investigaciones que realiza la especialista universitaria, colaboran la M. en C. Irma Domínguez Rubio y la Biól. María Elena Contreras Martínez, de la Universidad Autónoma Metropolitana, quienes estudian la fertilidad de los suelos durante el esplendor de Teotihuacán. Estos trabajos pueden aportar respuestas acerca de cómo se mantenía una urbe que llegó a contar con alrededor de 120 mil habitantes.
En el marco de los convenios suscritos entre la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Nacional Autónoma de México, Magdalena Meza efectuó una estancia académica en el Centro de Ciencias Medioambientales de la institución ibérica, a fin de perfeccionar la metodología de los trabajos en micromorfología del suelo y mineralogía que aplica en sus investigaciones en Teotihuacán, así como explorar la posibilidad de establecer un proyecto conjunto que involucre a otras instituciones europeas en el estudio de ese valle.
Los trabajos de la M. en C. Magdalena Meza forman parte del proyecto: "El cambio global en la perspectiva histórica preindustrial de Teotihuacán", por medio del cual, especialistas de los institutos de Investigaciones Antropológicas y de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México estudian el impacto ambiental que han tenido, desde la época prehispánica, las actividades humanas en el valle.
Fuente: Boletín Intercambio Académico UNAM.


El azúcar y una tradición con sabor a ciencia (II)

C. Estebarena y E. Belocapitow. (Universidad de Buenos Aires)/
Piel de bebé
Sin embargo, tal trabajo no terminó allí. En todos los casos se formaba, tras tratar una herida con azúcar, una capa brillante, dura y color rosada. Según Herzage la capa es tan resistente que "uno le puede echar tierra encima y la herida va a seguir su evolución, no se necesita ningún criterio de esterilidad".
Finalmente, luego de diversos análisis, histoquímicos y microscópicos, determinó que esa capa es "puro colágeno". El colágeno tiene dos variantes, una muy deprolija con las fibras entrecruzadas las cuales cierran heridas con cicatrices groseras y abultadas, llamada colágeno "tipo I" o "humano", y la otra, sumamente ordenada y lisa, donde las fibras son paralelas y se distribuyen prolijamente de manera tal que las heridas cicatrizadas pasan desapercibidas. Este último colágeno es el llamado "tipo III" o "fetal", por ser la clase de sustancia que interviene en la formación de la piel de un bebé.
Precisamente los estudios realizados en estos últimos meses, aún no publicados, concluyen que la capa está formada por colágeno tipo III, lo cual explicaría el hecho que las cicatrices sean imperceptibles. Según Herzage "ahora sí, si una herida está abierta, va a valer la pena, ya con fundamento microscópico, dejarla abierta y tratarla con azúcar, para que la cicatriz sea mejor, pues la estructura colagenogénica es diferente a la que se forma con otro tipo de tratamientos".
Animales y plantas, se buscan.
Dado que para estudiar bien qué sucedía con el sistema inmune requirió de un animal salvaje, de alta inmunidad, þaterrizóþ en el Zoológico de Buenos Aires, donde Raimundo Róvere, el anatomopatólogo del Zoo, conoció sus resultados. Desde ese entonces, agosto de 1982, ambos trabajan juntos realizando el mismo tipo de tratamiento con azúcar llevado a cabo en heridas humanas pero esta vez en algunos animales del zoológico, entre ellos un puma, un elefante, dos boas y una tortuga de mar. Todos los casos tratados hasta hoy evolucionaron de forma excelente, incluidas desde heridas leves hasta gangrenas, malformaciones de tejidos y heridas desgarrantes.
Tras el éxito en seres humanos y animales tomó como hipótesis que "todo lo que vive sobre la Tierra tiene un patrón de respuesta inmune frente a una infección". Para demostrarlo, comenta, "había que ver qué pasaba con las plantas". Fue así como llegó a la Cátedra de Fitopatología de la Facultad de Agronomía, donde junto con la Doctora Marta de Chaluat llevaron a cabo la curación de heridas infectadas en plantas. Nuevamente, el tratamiento con solución saturada de sacarosa dio magníficos resultados.
Si bien lo hecho hasta el momento es importante, pues se demostraron las propiedades antibióticas del azúcar y su capacidad de activar el sistema inmune, entre otras cosas, es necesario que se continúen los trabajos de manera tal que no se sienten las bases rigurosas de los mecanismos que intervienen en estos tratamientos a base de azúcar común.


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