* ¿Quién le pone el cascabel al gato?
* Cualidades y exigencias del periodismo científico
¿Quién le pone el cascabel al gato?
Ana María Arteaga. Socióloga.(Chile)
/ No sé por qué, últimamente me ha tocado asistir a una serie de eventos donde, por anga o por manga, de alguna manera se ha hecho referencia al concepto de Control Ciudadano. Aunque de buenas maneras a primeras el término me pareció sumamente atractivo, el tratamiento me hizo pensar -o más bien sospechar- si no se trataría de un nuevo son -moda, enfoque, prioridad, o como queramos llamarlo- traído por la cooperación a este lado del planeta.
Afortunadamente esta vez no hice caso a mi rechazo innato a cualquier tipo de imposición. Muy por el contrario: dejándome guiar por el olfato feminista, vía consultas y lecturas de por medio, logré enterarme que la idea de Control Ciudadano había surgido en Copenhague en 1995, a raíz y durante la Cumbre Mundial sobre desarrollo social. Y que el tema había sido retomado durante la IV Conferencia Mundial sobre la mujer en Beijing, armándose luego un grupo de trabajo que se encargó de darle cuerpo a la iniciativa.
La idea de iniciar una fiscalización ciudadana de los compromisos adquiridos por los gobiernos y por los organismos internacionales en materia de políticas de desarrollo social, de igualdad de oportunidades, de respeto del medio ambiente y de los derechos humanos, de erradicación de la pobreza y de la discriminación de género me pareció entusiasmante por decir lo menos. Imaginé de inmediato a cientos miles de mujeres movilizadas, encarando a legisladores, alcaldes, intendentes y jefes de gobierno, para exigirles el cumplimiento de tal ley, tal convención, plan de acción o tratado. Con datos y cifras en la mano. Vi a cientos de mujeres descubriéndose sorprendidas en la plataforma de acción ; que allí también estaban ellas, mujeres pobres, mujeres solas, mujeres niñas, indígenas y campesinas. Claro, la idea de Control Ciudadano es sin duda fascinante. Y ciertamente para el movimiento de mujeres podría significar un motor revitalizante, puesto que potenciador de un renovado sentido. Pero ¿por qué enmascararse en tratados y convenciones internacionales? ¿por qué orientado preferentemente hacia los compromisos adquiridos por los gobiernos?. Personalmente, me parece un buen comienzo, aprovechando el ímpetu post Beijing, por ejemplo. Pero me gustaría abrir el Control Ciudadano también hacia otros planos. Mejor dicho, hacia uno en particular: el de la Cooperación Internacional. Durante décadas las ONGs han estado intentando torcerle el brazo a la pobreza, el desempleo y a la exclusión social a través de proyectos financiados con fondos de la Cooperación Internacional. Y también desde hace décadas las ONGs del Sur (Léase de países en desarrollo) han tenido que adecuarse de una u otra manera a los dictados y prioridades definidas bastante unilateralmente por las agencias donantes (léase ONGs del Norte), aunque no concuerden con los intereses y necesidades de las comunidades o sectores destinatarios.
No cabe duda que la respuesta de los pueblos, iglesias e instituciones de los países donantes jugaron un papel muy importante en el convulsionado paisaje social, político e institucional que presentaba hasta hace poco nuestro continente. Y que su solidaridad constituyó un factor decisivo para el diálogo y la instauración de un marco básico de convivencia democrática. Pero si en tiempos de lucha armada-como en Ecuador, Nicaragua o Guatemala-o de guerra abierta aunque no declarada(Como sucediera en Argentina, Chile o Uruguay) la solidaridad sin condiciones se justificaba porque los objetivos estaban claros, los tiempos actuales -que podríamos llamar de transición a la democracia, de profundización democrática o de reconstrucción de la sociedad civil, según sea el caso- exigen de la cooperación un cambio de lógica.
De partida porque el marco de inseguridad, de clandestinidad en que operaban las ONGs ya no es tal. Cual más, cual menos, por lo general todas han emergido a la luz pública y operan dentro del marco de la legislación vigente.
En segundo término porque ya no funcionan como meras canalizadoras de recursos, sino que -con el apoyo de las agencias de cooperación- han hecho considerables esfuerzos para reconvertirse en unidades técnicas promotoras del desarrollo económico y social de las poblaciones con que trabajan. El problema está en dónde se decide qué es lo más conveniente para tal país o región. Y hasta el momento quienes tienen la sartén por el mango son las agencias que siguen por lo general resolviendo desde allá -Europa- que es lo más conveniente para acá, los países de la región. Nadie pone en duda la buena intención de la cooperación. O cuestiona el papel fundamental que respecto a los sectores más desfavorecidos -mujeres, campesinos e indígenas- continúa jugando. Lo que si nos parece objetable -o al menos digno de ser discutido- es que las agencias exijan de sus contrapartes complementariedad, articulación, planificación estratégica, etc, en circunstancias que entre las agencias mismas no practican lo que predican. Me pregunto qué sucedería si las agencias (ONGs del Norte) tuvieran que cumplir con lo mismo que ellas exigen: consultas con las bases (contrapartes y grupos de destinatarios), equipos profesionales cualificados, especialización temática, concentración territorial, transparencia contable, toma de decisiones en consulta con las bases, articulación y complementariedad con las otras agencias y así...Ah !Y evaluaciones externas cada dos años.
Sí. Habría que constituir equipos de Control Ciudadano para devaluar los ICC -Indices de Compromisos Cumplidos para estar a tono, !pues- de la Cooperación Internacional en general y de cada agencia en particular. Eso para empezar. Y si lo queremos hacer bien, pues habría que seguir con cada una de sus prioridades: desarrollo sustentables, equidad de género, defensa de los derechos humanos, defensa del medioambiente, SIDA, retorno, desplazados, desmovilizados, gobernabilidad, agricultura sostenible, pobreza urbana, sector informal, créditos y comercialización, reforzamiento de la sociedad civil etc. En realidad creo que sería muy útil, pero también obra de titanes.
Cualidades y exigencias del periodismo científico
Manuel Calvo Hernando.(Asociación Iberoamericana de Periodismo científico)
/ Las sociedades del tercer milenio van a necesitar un nuevo tipo de comunicador que sea capaz de valorar, analizar, comprender y explicar lo que está pasando y dentro de lo posible, lo que puede pasar, especialmente en aquellos campos que, hasta puede preveerse hoy, serán los escenarios decisivos de la transición a la nueva sociedad.
El divulgador no se limita o no debe limitarse a la transmisión de conocimientos y su papel cultural es más profundo y complejo: selecciona lo que debe divulgarse, determina la forma en que deben hacerse y transmite determinadas imágenes de la Ciencia que pueden condicionar distintas actitudes hacia la Ciencia en el mundo de hoy.
El periodista científico ha sido definido como un intermediario entre el investigador y el público: un investigador hermético casi por definición (aunque el hermetismo se va disolviendo ante los requerimientos y condicionamientos de la sociedad moderna) y un público ignorante también por definición, aunque en ciertos casos pueda saber más que el periodista y el científico. Y, como todo intermediario, corre el riesgo de no dejar satisfecho a nadie, ni al público porque pueda no haber entendido plenamente la explicación, ni al investigador, porque puede pensar que ha sido manipulado, o, en el mejor de los casos, tergiversado.
En mis libros sobre periodismo científico destaco que las cualidades básicas de estos mediadores, de estos divulgadores de la ciencia, habrán de moverse entre el afán de comprensión; la curiosidad universal(para satisfacerla personalmente y para suscitar, en si mismo y en los demás, curiosidades y emociones nuevas) y la sed de conocimientos; la capacidad de expresión; el estado de duda, escepticismo y alerta permanente; el amor al misterio; la imaginación (que comparte con el investigador científico y con el escritor), la preocupación por el rigor, la capacidad de asombrarse y de maravillarse, y, por supuesto, como periodista, el gusto por comunicar.
A estas virtudes debe añadir la prudencia, en el sentido de respetar las zonas de incertidumbre y los límites de la validez de los conceptos, de evitar considerar como absoluto lo que no suele ser más que modelos transitorios.
Estas cualidades esenciales coinciden, en parte, con las que Pasteur estimaba necesarias al científico: curiosidad, concentración en el trabajo, realismo, dotes de observación, sumo cuidado en los experimentos, perseverancia y, sobre todo, interés por los resultados prácticos.
La claridad y la fidelidad son cualidades indispensables del periodista en general y del divulgador de la cultura y la ciencia en particular. La claridad es consustancial con la divulgación. Aunque, en principio, se trata de una cualidad natural o adquirida, resulta difícil de dominar por completo, pero puede conseguirse con esfuerzo y constancia.
Retorno pag. anterior