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*Homenaje a la escultora Marina Núñez de Prado en el primer aniversario de su muerte

Homenaje a la escultora Marina Núñez de Prado en el primer aniversario de su muerte

Cristina Vera. Redacción / La Fundación "Marina Nuñez de Prado" homenajeó a la escultora boliviana que le da nombre, el pasado 9 de septiembre, primer aniversario de su muerte. Las distintas embajadas bolivianas se hicieron igualmente eco de este acontecimiento.
Nacida en La Paz en 1910, Marina Nuñez de Prado llevó su obra desde 1930 a países de los cinco continentes, en más de 160 exposiciones individuales y numerosas colaboraciones en otras tantas citas artísticas. Premiada en una veintena de ocasiones, la creadora boliviana atravesó distintas etapas a lo largo de su vida artística. En un principio, se centró en el tema de las danzas indígenas, realizando numerosas tallas de madera que reproducían ancestrales ritos musicales ("Danza de las Cholas", "Danza de los cóndores"...).
La etapa neoyorquina (1943-45) estuvo marcada por una acentuada conciencia social, con frutos como el conjunto de tallas titulado "Los mineros". La maternidad fue otro argumento y referente clave para comprender su obra, ("Madonna Aymara", por ejemplo), muy ligada a la Naturaleza y a su relación amor-odio con el ser humano, experiencia estética escenificada especialmente en la cordillera de los Andes. La propia artista declaró: "La Naturaleza fue mi primera maestra y en sus elementos encontré la sabiduría y las proporciones".
Desde sus primeros pasos artísticos en Bolivia, Marina Nuñez de Prado viajó a Buenos Aires. Inició así un largo camino que la llevaría a recorrer Iberoamérica primero y a trabajar en Estados Unidos después, donde obtuvo el reconocimiento institucional y el de los numerosos artistas allí concentrados: Stokowski, Andrés Segovia, Chagall o Picasso entre otros. Volvió a Bolivia y de ahí a Europa y distintos países asiáticos. Hoy Bolivia y América están representadas a través de su obra en los principales centros de arte y museos del mundo.
Gabriela Mistral la llamó "boliviana genial", Picasso dijo de ella: "a través de su obra se siente la fuerza, la belleza y el misterio de Bolivia", Rafael Alberti le escribió un poema en 1959: "... saludo tu escultura, grande y alta como tu Altiplano".
El respaldo institucional a su obra le vino de la mano de premios como el Internacional de Escultura otorgado por la II Bienal Interamericana de Arte (México, 1950) donde conoció a Frida Kalho y Diego Rivera; el Premio de escultura de la I Bienal Hispanoamericana (Madrid, 1951); la más alta condecoración boliviana, el "Cóndor de los Andes"; y un largo etcétera hasta llegar a la veintena de galardones.
El cosmopolitismo de Marina Nuñez de Prado no alteró el mensaje vertebrador de su obra, que ella misma definió así: "Mi obra expresa el espíritu de mi tierra andina y el espíritu de mi gente Aymara".


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